La cruz de la esperanza
Ahí está la apuesta del éxito. Ellos los saben y están dispuestos a portarla a hombros hasta el ultimo rincón. No hay frontera que detenga la fuerza de la juventud empujada por su fe
La travesía de nuestra vida encuentra sentido en la cruz. Ese es el gran descubrimiento que realizan tantos millones de jóvenes en cada una de las Jornadas Mundiales de la Juventud —y las diocesanas— desde que san Juan Pablo II las convocó por primera vez en 1985. La cruz peregrina que vemos en la imagen, durante la ceremonia de entrega de los jóvenes portugueses a los coreanos el pasado domingo en la basílica de San Pedro, se yergue sobre la plenitud de los tiempos. Ante nuestros ojos se encuentra algo más que una simple cruz de madera: es el símbolo de lo más insuperable que pudo ocurrir en la historia. Ahí está la apuesta del éxito. Ellos los saben y están dispuestos a portarla a hombros hasta el ultimo rincón del mundo, porque no hay frontera que detenga la fuerza de la juventud empujada por el huracán de su fe. En esos símbolos de la JMJ, la cruz peregrina y el icono de María, Salud del Pueblo Romano, se encuentra también la hoja de ruta universal para no errar en la vida.
Para el año jubilar dedicado a la esperanza, el Papa Francisco nos ha anunciado un gran regalo: la canonización de dos jóvenes que supieron colocar esos dos travesaños de madera como estandarte de su vida: Carlo Acutis será canonizado el 27 de abril, en el Jubileo de los Adolescentes, y Pier Giorgio Frassati el 3 de agosto, en el de la juventud. Dos jóvenes santos que predicaron la esperanza con sus vidas; Carlo con su pasión por la Eucaristía y la informática, que lo convirtió en un influencer de la santidad, y Pier Giorgio con un apostolado constante entre sus amigos y un voluntariado con los más pobres, a quienes enseñaba —lo recordó Francisco en la solemnidad de Cristo Rey— que solo en el amor podemos también nosotros vivir, crecer y florecer en nuestra plena dignidad. De lo contrario, como Frassati escribía a un amigo, «ya no se vive, sino que se va tirando». Concluía Francisco: «Nosotros queremos vivir, no ir tirando. Y por eso nos esforzamos por testimoniar la verdad en la caridad, amándonos como Jesús nos ha amado».
La cruz y el icono de María acompañan los preparativos de las JMJ. La ceremonia de entrega es siempre emocionante y encierra mucha teología, porque esa cruz es donada para dar fruto, ante el más grande de los notarios, el sucesor de Pedro. Precisamente en el momento de la entrega, el Papa pidió a los jóvenes coreanos que tuvieran la valentía de dar testimonio de la esperanza de la que tanto estamos necesitados y que «por todos los lugares por donde peregrinen estos símbolos pueda crecer la certeza del amor invencible de Dios y de la fraternidad. […] Y que para todos los jóvenes víctimas de conflictos y guerras, la cruz y el icono de María sirvan de apoyo y consuelo». Desde esta cruz de madera Jesús nos abraza, nos saca de nuestros miedos y de las noches de insomnio y nos asoma a unos balcones que dan al infinito. La tarea que tenemos por delante es apasionante. Y contaremos con Carlo y Pier Giorgio y con una multitud de jóvenes entusiasmados para interpelar al mundo. Pero, sobre todo, al pie de la cruz está la Madre, apuntalándonos a todos.