Decía el cardenal Rouco en 2010 en una entrevista a este semanario que «la cruz del martirio» ha acompañado de una u otra forma, sin excepción, a todos los últimos Papas. A Francisco le está tocando sufrir por algunas incomprensiones, minoritarias pero dolorosas, que proceden de dentro de la Iglesia. El Pontífice ha optado por no responder a las críticas. ¿Por qué? «Él quiere que las cosas caigan por su propio peso», ha explicado en Madrid el sacerdote porteño Carlos María Galli, uno de los teólogos más cercanos a Bergoglio, que acaba de editar, junto al director de La Civiltà Catolica, Antonio Spadaro, La reforma y las reformas en la Iglesia (Sal Terrae).
La renovación que impulsa el Pontífice –añadía Galli– no se limita a cambios en algunos dicasterios vaticanos, sino que pretende provocar «un cambio de actitudes en todo el Pueblo de Dios» para configurar una Iglesia de rostro samaritano. El ordeno y mando no solo no responde al estilo de Francisco, sino que contradice los fines que el Papa se ha propuesto –los del Vaticano II–, que exigen convencer y no solo vencer. Esos fines incluyen un nuevo tipo de relación entre pastores y fieles ajeno al clericalismo. El famoso discernimiento…
La clave está en la expresión Iglesia en salida. Hay todo un mundo más allá de las curias diocesanas, de las sacristías, de la blogosfera católica, más allá –también– de Europa, a la que le ha llegado la hora de ir cediendo protagonismo a las Iglesias del sur. «Los europeos no pueden seguir confundiendo sus problemas con los del resto del mundo», advertía Galli en alguna de sus intervenciones en Madrid.
La misión, añadía el teólogo, consiste en «salir a buscar al otro como es, no como nos gustaría que fuera», para llevarle el Evangelio, no sucedáneos ideológicos. Y tan contaminado de ideología está «quien ahora defiende al Papa porque el Papa dice lo que él piensa», como quien pone en sordina su mensaje social. «La paradoja es que, en nombre de la ortodoxia, algunos secularizan una parte importante de su magisterio, que es puro Evangelio, pero ellos lo reducen a política para así restarle importancia», lamentaba Galli.
Al hilo de estas reflexiones, ojo, por cierto, a la variable Donald Trump, porque empiezan a emerger connivencias y apoyos desde su entorno a grupos católicos críticos con el Pontífice, aprovechando, por ejemplo, la reciente crisis que ha atravesado la Orden de Malta. ¿Un aviso de los peligros que vienen? La respuesta –volvamos al teólogo porteño– es el Evangelio, todo el Evangelio y nada más que el Evangelio.