En el puerto de La Restinga no hay un solo día de calma. Cada jornada llegan unas 100 personas en cayucos procedentes de África a este pequeño municipio de apenas 568 personas censadas en la isla de El Hierro. Los habitantes de este pueblo en las islas Canarias han visto este verano como los veleros de turistas se han combinado con las voces de personas desesperadas en un nuevo récord de llegadas de migrantes irregulares.
El archipiélago se ha convertido en el epicentro de las llegadas de África a Europa por varios motivos. Estos se pueden categorizar principalmente en dos: los problemas en origen y los cambios de rutas propiciados por los acuerdos de control de fronteras.
Por un lado, la agravada crisis yihadista en el norte de Malí ha disparado las salidas por Mauritania. El centro y norte del país lleva en un conflicto separatista desde 2012, agravado por el conflicto terrorista. La ofensiva de la junta militar que llegó mediante golpe de Estado en el año 2022 en la región junto con el apoyo de mercenarios rusos ha aumentado el éxodo de personas. Los gobernantes atacan también a los malienses en pueblos que han sido ocupados por los yihadistas por acusarlos de connivencia.
A ello se suman los ataques de los rebeldes tuaregs y los yihadistas, sin mirar por los derechos humanos y convirtiéndolos en víctimas por partida doble. Tan solo en seis días de 2022, la ONU certificó el asesinato de al menos 500 civiles en la localidad de Moura por parte del Ejército maliense y el Grupo Wagner ruso. La guerra total se replica en la vecina Burkina Faso, el país más golpeado por el terrorismo: entre Malí y Burkina suman el 47 % de los ataques y el 49 % de las víctimas por yihadismo en todo el mundo.
El perfil de migrantes malienses es muy distinto al de los senegaleses y los marroquíes: los primeros suelen venir de zonas rurales empobrecidas y huyen de la guerra y el 96 % de malienses reciben el asilo que solicitan en España, según datos de ACNUR; mientras que los segundos migran por motivos económicos y suelen venir de zonas urbanas. La mayoría de los que huyen de Malí lo hacen hacia Mauritania tras el cerrojazo en Túnez. En julio de 2023 la Unión Europea firmó un «acuerdo estratégico» con el Gobierno de Kais Saied con el que se comprometió a dar 1.000 millones de dólares para ayudar a la economía y frenar la migración. Tan solo tres meses antes, el presidente tunecino culpó a las «hordas de clandestinos» inmigrantes de los problemas económicos de su país, lo que lanzó ataques indiscriminados contra subsaharianos.
El cerrojazo y el miedo han llevado a los malienses a ir vía Mauritania, con fronteras porosas en medio del desierto. Tan solo en 2023 cruzaron la frontera 55.000 personas, un tercio de los malienses que se calcula que están ya en territorio mauritano. Muchos intentan llegar a Europa por algunos de los 754 kilómetros de frontera sin efectivos de un cuerpo policial que, con 3.800 miembros, es incapaz de controlar toda la costa.
En febrero de este año, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue junto con el presidente de España, Pedro Sánchez, a Nuakchot, capital de Mauritania. Allí, la líder europea anunció un acuerdo con el Gobierno de Mohamed Ould Gazouni de 210 millones de euros para intentar replicar el caso de Túnez, pero las llegadas no bajaron. A finales de agosto, el presidente español volvió al país en su gira —fue también a Gambia y Senegal— para promover una migración de ida y vuelta legal e intentar controlar la salida de cayucos. Esta consiste en dar permisos de trabajo durante meses para después volver. Sin embargo, esta medida no es efectiva para aquellos malienses y burkineses que huyen de la guerra.
De las más de 22.000 personas que llegaron a Canarias en el primer semestre de 2024, 13.000 lo hicieron por Mauritania, un aumento del 6.000 % respecto al año anterior en este país. Mientras no se arregle la crisis yihadista que no para de aumentar en el Sahel Occidental, la migración irregular no se verá reducida.
La falta de resultados de las misiones de la ONU y la Unión Europea ha llevado a que Rusia ocupe su lugar y sea el único responsable de ayudar a las fuerzas malienses. Sin una cooperación multilateral efectiva y decidida contra la violencia de grupos afiliados a Al Qaeda y el autoproclamado Estado Islámico, el Sahel será una zona inestable donde las mafias de tráfico de personas nutren con su dinero a grupos yihadistas a los que les interesa cobrar peaje por todo tipo de actividades ilícitas.
El tapón en Túnez y la alarmante subida en la ruta canaria este año muestra que cerrar una vía de llegadas, en este caso la italiana, no frena la migración irregular, sino que la redirige por otras rutas. Cerrar la mauritana es harto complicado debido a la falta de efectivos y preparación en sus Fuerzas de Seguridad y a la orografía desértica en su frontera con Malí. Aunque se consiga, taponar la ruta canaria solo hará que se reabra otra, y así hasta que la gente pueda vivir en paz en su hogar.