La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo - Alfa y Omega

La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo

Viernes de la 22ª semana de tiempo ordinario. Natividad de la Santísima Virgen / Mateo 1, 18-23

Carlos Pérez Laporta
Vista aérea del monasterio de Valvanera. Foto: Edwinosb.

Evangelio: Mateo 1, 18-23

La generación de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».

Comentario

La escritura no nos narra el nacimiento de María, que hoy se celebra. Aparece el nacimiento de José, pero no el de su esposa: «Jacob engendró a José, el esposo de María». La razón por la que Mateo hace esto puede ser muy sencilla: con toda la genealogía enlaza la historia de Isrsel con Jesús a través de José, pero dando un salto: «María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo», no ha concebido de José; sino «que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo». En ese sentido, todo ese encuadre de Jesús con la historia de Israel pierde su continuidad horizontal, porque Dios ha descendido vertical sobre María: «la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo». Mateo oculta el nacimiento de María y reporta el de José precisamente para subrayar esa discontinuidad histórica, esa novedad única de Jesús.

Con todo, la tradición no ha dejado de celebrar desde muy pronto el nacimiento de María. Porque, una vez resaltada la verticalidad de la concepción virginal de Jesús, no deja de atraer nuestra atención la figura de la que lo ha hecho posible humanamente: María. Porque cuando se ama a alguien se le ama en toda su historia. Porque el Amor es siempre eterno, aunque nos alcance en un momento de nuestra historia. Por ese motivo amamos la historia de aquellos que queremos, y llegamos a querer a sus padres y amigos. Deseamos conocer su infancia, y celebramos su nacimiento. Por eso, tan imposible amar es a Jesús y que nuestro amor no corra hacia su origen divino, hasta amar a Dios; como imposible es que nuestro amor no recorra hacia atrás a Jesús hacia su origen humano hasta amar a María con toda su historia. Y por eso es imposible no amar ese nacimiento de María, que la ha traído a nosotros, que ha hecho posible a Jesús. Porque cuando amamos a Jesús somos poseídos por el mismo amor eterno con el que Dios contemplaba nacer a María.