El Papa clama en Nápoles: ¡La corrupción apesta! ¡Convertíos al amor!
El Papa Francisco visitó el sábado pasado Nápoles, donde lanzó un desafío a la mafia y a la política que produce desempleo, robando la esperanza en particular a los jóvenes
Han sido diez horas que cambiarán la historia de Nápoles. Nápoles, la ciudad de los contrastes, recibió este sábado pasado al Papa Francisco. En la ciudad de la espontaneidad y la creatividad, Francisco improvisó buena parte de sus discursos.
En la ciudad de la Camorra, la mafia napolitana, lanzó una revolución social y espiritual para recuperar la legalidad. En la ciudad por la que pasa parte de la droga que se distribuye en Europa, pidió la reacción de todos para que los jóvenes puedan recuperar la esperanza.
En esta ciudad llena de devoción popular, pero en la que la fe no siempre es coherente con la vida, sacudió las conciencias de los creyentes, incluso la de los sacerdotes y religiosos, pues la corrupción es algo que también penetra en los cristianos. «La corrupción apesta», denunció.
Tras una breve visita al cercano santuario de la Virgen de Pompeya, el Papa comenzó la visita a Nápoles pronto en la mañana, por uno de sus peores barrios: Scampia, el feudo de la Camorra. Le acogieron los niños, que se le echaron encima. Como un catequista, el Pontífice tuvo que pedirles que se sentaran y guardaran silencio, para poder así escuchar a quienes debían tomar la palabra.
Eran personas que representaban a los inmigrantes, a los parados, y a un juez que, contra viento y marea, trata de aplicar la legalidad en una geografía hostil.
Las palabras más duras del Papa las dirigió contra los corruptos. Y es que, si hay algo que no soporta Francisco, es el abuso de las personas que implica la corrupción.
«Es una palabra fea, si nos paramos a pensar. ¡Pues algo corrupto es algo sucio! Si nos encontramos con un animal muerto, que se está corrompiendo, que está corrupto, es algo feo, y apesta. ¡La corrupción apesta! ¡La sociedad corrupta apesta! Un cristiano que se deja penetrar por la corrupción no es un cristiano, ¡apesta!», dijo el Papa.
El Papa se refería a todo tipo de corrupción, pero obviamente pensaba en particular en la corrupción política. «La buena política –continuó– es un servicio a las personas, que se ejerce en primer lugar, a nivel local, donde el peso de los incumplimientos, de los retrasos, de las auténticas omisiones es más directo y hace más daño. La buena política es una de las expresiones más elevadas de la caridad, del servicio y del amor».
¿Personas de segunda clase?
En ese barrio de color cemento, el Papa Francisco también respondió a las lágrimas de una inmigrante de Filipinas, que le pidió dar la cara por los inmigrantes privados de sus derechos.
El Papa le respondió con una pregunta: «¿Los inmigrantes son seres humanos de segunda clase? Tenemos que hacer sentir a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes que son ciudadanos, que son como nosotros, hijos de Dios, que son migrantes, como nosotros, pues todos nosotros somos migrantes hacia otra patria».
La otra plaga que atacó el Papa en el barrio de Scampia fue el desempleo de los jóvenes. Francisco fue muy concreto. Contó el caso, del que había tenido conocimiento, de una muchacha que, tras mucho buscar trabajo, encontró un empleo en una empresa turística. «Las condiciones eran éstas –explicó el mismo Francisco–: once horas de trabajo, seiscientos euros al mes, sin contribución social».
Cuando la muchacha argumentó que era poco para once horas de trabajo, recibió una respuesta hoy muy común:
«Si no te gusta, mira la fila de gente que está buscando trabajo».
«Esto se llama esclavitud –denunció el Papa–, esto se llama abuso. Esto no es humano, esto no es cristiano. Y si quien así actúa se dice cristiano es un mentiroso, no dice la verdad, no es cristiano. También el abuso del trabajo en negro –trabajas sin contrato y te pago lo que me dé la gana– es abuso de las personas».
Olvidados de todos, salvo de Dios
Entre los presentes en el encuentro con el Papa se encontraba Davide Cerullo, ex-camorrista y narcotraficante, quien, tras pasar por la cárcel, hoy dirige una asociación de apoyo a los jóvenes. «Estoy feliz, pues este Papa representa a la Iglesia que baja del caballo, del pedestal, y se inclina ante los problemas de la gente. Es verdaderamente el Papa de los últimos, de los marginados, de los invisibles…», confesaba.
La misa, el sábado a mediodía, tuvo lugar en la Plaza del Plebiscito, con la participación de más de 60 mil personas.
Ante la belleza de esta ciudad, cuyo centro histórico está lleno de huellas de su pasado español, el Papa hizo un llamamiento para que «la corrupción y la delincuencia no desfiguren su rostro. Y a los criminales y a todos su cómplices hoy les repito humildemente, como hermano: ¡convertíos al amor y a la justicia! ¡Dejaos tocar por la misericordia de Dios! Sed conscientes de que Jesús os está buscando para abrazaros, para besaros, para amaros más. Con la gracia de Dios, que todo lo perdona siempre, es posible volver a una vida honesta».
Ese día el Papa almorzó en la cárcel de Poggioreale, junto con unos 120 detenidos, 13 de ellos transexuales. Cuando llegó, todos los presentes gritaron: «Francisco, uno de nosotros».
Uno de los reclusos que le dirigieron la palabra fue Claudio Fabián, argentino, quien explicó al Santo Padre: «Nosotros, los presos, estamos olvidados de todos: Gobierno, instituciones…, salvo de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia».
En su diálogo personal con los encarcelados, uno de ellos le preguntó al Papa qué puede hacer cuando deje a sus espaldas las rejas. El Obispo de Roma le respondió recordándole que el primer santo fue un ladrón, crucificado junto a Jesús.
Debemos convertirnos más
La visita posterior a la catedral de Nápoles deparó la gran sorpresa: la sangre de san Genaro, el milagro que anualmente se repite en la fiesta del santo Patrono de la ciudad de Nápoles, volvió a repetirse, de forma extraordinaria ante la visita del Papa Francisco.
«La sangre se ha licuado a medias», anunció el cardenal Crescenzio Sepe, mostrando el relicario a los sacerdotes, religiosas y religiosos que llenaban la catedral.
A pesar de que se encontraba ante un fenómeno científicamente inexplicable, el Papa no abandonó su sentido del humor:
«El arzobispo ha dicho que la sangre se ha licuado a mitad, se ve que el santo nos quiere a mitad; debemos convertirnos más».
El milagro se repite en las fiestas de san Genaro, pero ante un Papa no ocurría desde 1848. En las calles adyacentes, la gente gritaba: ¡Milagro, milagro!
- Corrupción: «¡La corrupción apesta! ¡La sociedad corrupta apesta! Un cristiano que se deja penetrar por la corrupción no es un cristiano, ¡apesta!»
- Robo: «Quien emprende voluntariamente la senda del mal roba un pedazo de esperanza: gana algo, pero roba esperanza, se la roba a sí mismo, a los demás, y a la sociedad».
- Paro: Hay un sistema económico que descarta a la gente y ahora es el turno de que sean descartados los jóvenes, es decir, se quedan sin trabajo. ¡Esto es grave!… ¡Pero el problema no es comer, el problema más grave es la posibilidad de traer pan a casa y ganarlo!
- Inmigrantes: «¿Los inmigrantes son seres humanos de segunda clase? Tenemos que hacer sentir a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes que son ciudadanos, que son como nosotros, hijos de Dios, que son migrantes, como nosotros, pues todos nosotros somos migrantes hacia otra patria».
- Política: «La buena política es un servicio a las personas, que se ejerce, en primer lugar, a nivel local, donde el peso de los incumplimientos, de los retrasos, de las auténticas omisiones es más directo y hace más daño. La buena política es una de las expresiones más elevadas de la caridad, del servicio y del amor».
- Narcotráfico: «Reaccionad con fuerza frente a las organizaciones que abusan y corrompen a los jóvenes, los pobres y los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes. ¡No os dejéis robar la esperanza!»
- Crimen: «A los criminales y a todos su cómplices hoy les repito humildemente, como hermano: ¡convertíos al amor y a la justicia! ¡Dejaos tocar por la misericordia de Dios! Sed conscientes de que Jesús os está buscando para abrazaros, para besaros, para amaros más».
- Encarcelados: «Aunque nos hayamos equivocado, el Señor no se cansa de indicarnos el camino del regreso y del encuentro con Él. El amor de Jesús por cada uno de nosotros es manantial de consuelo y esperanza».
- Religiosos y sacerdotes: «No tener una familia, no tener hijos, no tener amor conyugal, que es algo tan bueno, tan hermoso, para acabar peleando con el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con cara de vinagre, no es un testimonio».
- Chismes: «Me permito esta expresión: terrorismo de los chismes. Quien chismorrea es un terrorista que tira una bomba. Destruye a los demás».