La corrección fraterna, «a solas entre los dos» - Alfa y Omega

La corrección fraterna, «a solas entre los dos»

El señalamiento público, con nombres y apellidos, deja el honor y la reputación del elegido con un estoque indeleble

Alfa y Omega

«Audacter calumniare, semper aliquid haeret» («Calumniar con audacia, siempre queda algo pegado»), asegura el dicho en latín, que denota que es un pecadillo puesto en práctica ya por nuestros ancestros. Esta sentencia ha llegado hasta nuestros días con el enunciado: «Calumnnia, que algo queda» —o difama, si preferimos, que tiene un tinte delictivo—. El célebre filósofo británico Francis Bacon recogió la propuesta en su obra de 1625 De Dignitate et Argumentis Scientiarum en la que aparece con el formato: «Calumniad con audacia; siempre quedará algo». Vemos que latinos y filósofos jaleaban a la población a lanzar ese veneno público contra el enemigo para conseguir venganza, poder o congratularse ante el sufrimiento ajeno. Pero, ojo, ambos dichos populares piden audacia, que es lo contrario a la charlatanería. La cuestión clave es que la calumnia del siglo XXI no tiene parangón a la del ágora ateniense. Los medios de comunicación, en general, y las redes sociales, en particular, tienen ese formato lupa que aumenta de forma exponencial cualquier palabra, frase o comportamiento sacado de contexto, o sencillamente, falso. El señalamiento público, con nombre y apellidos, deja el honor y la reputación del elegido con un estoque indeleble.

Esto, que ya es un comportamiento reprobable —lo vemos a diario entre políticos y periodistas y viceversa—, adquiere dimensiones estratosféricas si procede de cristianos que citan a otras personas en Twitter con el objetivo de manchar credibilidades, y medios de comunicación que, actuando con poca responsabilidad, esparcen chismes sobre la esfera privada de aquellos a quienes pretenden «corregir» públicamente bajo la premisa de estar haciendo un bien mayor.

La corrección fraterna, en el caso —y solo en el caso—de que hubiese que hacerla, «a solas entre los dos». Lo dice san Mateo. Puro Evangelio.