La COP26 no avanzó todo lo esperado, pero el cambio «es irreversible»
La cumbre del clima puso por primera vez en el punto de mira los combustibles fósiles. Las entidades católicas piden «un calendario claro y ambicioso para una transición justa»
Se están haciendo cosas, pero «necesitamos hacerlas más rápido». Así resume Gabriel López, director de Comunicación del Movimiento Laudato si el cierre de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP26. celebrada en Glasgow. Un final contrarreloj. Aunque debía acabar el viernes, la búsqueda de la unanimidad de los 196 países presentes y la oposición de algunos como Arabia Saudí, India, Sudáfrica o Nigeria alargaron las negociaciones hasta última hora del sábado.
La espera dio fruto, parcialmente. Por primera vez en una COP, el acuerdo final cita específicamente los combustibles fósiles y recoge el compromiso (rebajado) de poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles «ineficientes» y a reducir el uso de carbón. También incluye una meta que se había evitado en citas anteriores: reducir las emisiones de CO2 para 2030 en un 45 % respecto a 2010. Para ello, los países tendrán que revisar dentro de un año sus compromisos particulares, pues de lo contrario la tendencia seguirá siendo al alza.
El viernes, en pleno fragor negociador, más de 60 organizaciones católicas pedían «un calendario claro y ambicioso para una transición justa que abandone los dañinos combustibles fósiles». Reclamaban asimismo «el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas» y que se reafirmara «el compromiso de financiación climática para la adaptación» y la reparación de «pérdidas y daños» en las naciones más pobres y afectadas por la crisis climática.
También la delegación de la Santa Sede reconocía un día antes que «en los campos de la mitigación, la adaptación y la financiación» habían aparecido «vacíos», por lo que reclamaba «recursos fortalecidos y renovados». En el acuerdo final, los participantes se comprometieron a duplicar en 2025 los fondos, hasta casi 35.000 millones de euros. Lo importante será si esta promesa se cumple, a la vista de que las hechas de cara a 2020 no se han llegado a alcanzar.
Gabriel López, sin embargo se muestra bastante esperanzado. «Esta tendencia es irreversible y los políticos saben que hay que hacer cambios». El conflicto ahora se centra en los plazos. Rechaza que se alarguen hasta por ejemplo 2050, pero reconoce que «no es viable» prescindir ya de forma total de los combustibles fósiles. «Sí a diez años vista; pero para que eso llegue es necesario empezar a hacer cosas hoy», apunta. La transición energética es compleja y habrá que hacerla «con lógica» para que sea justa para los trabajadores de la industria de los combustibles fósiles, para las clases menos pudientes de los países ricos y sobre todo para los habitantes de las naciones menos desarrolladas, que «no pueden acceder aún a las renovables».
En total, casi 500 personas han llevado a la COP26 la voz de la Iglesia mediante actos y celebraciones. Una de ellas fue la española Teresa Gutiérrez, del equipo internacional de la Juventud Estudiante Católica. Entre sus coetáneos, ha notado «muchas ganas de cambiar, de proponer, de escuchar a las comunidades más desfavorecidas». Pero también «crispación y cansancio» por el ritmo de los avances. Cada vez más formados, «piden ser escuchados y también piden cambios radicales y concretos». Ellos están dispuestos a asumirlos. «Ha habido muchos talleres sobre cómo reducir tu huella ecológica con pequeñas acciones». Al contrario de lo que a veces se cree, «ser ecológico no es caro». Lo es «si lo vemos como una moda de usar materiales biodegradables o comprar comida ecológica». Pero «va más allá: es reducir el consumo, y al final eso sale más barato».