La confesión de un obispo: «Sufro depresión y ansiedad. Son un problema médico»
Monseñor James Conley, obispo de Lincoln (Nebraska) ha escrito una carta a sus feligreses reconociendo que desde hace meses lucha sin éxito contra la depresión y la ansiedad, y que el Papa le ha concedido una excedencia por este motivo. Afirma que ha decidido ser transparente sobre sus problemas de salud para «ayudar, de alguna manera, a quitar el estigma» sobre las enfermedades mentales
El mensaje podría haber sido sencillo: el Papa ha concedido al obispo una excedencia por motivos de salud. Pero monseñor James Conley, obispo de Lincoln (Nebraska) optó por tener una mayor transparencia con sus fieles. En una carta hecha pública el 13 de diciembre, reconoció que se le había diagnosticado «depresión y ansiedad, junto con insomnio crónico y acúfenos debilitantes», combinados con manifestaciones físicas como la falta de energía y el agotamiento.
La decisión de hacer públicos detalles tan íntimos se debe —explicó— a «la amistad que comparto con tantos de vosotros, a que no quiero que os preocupéis innecesariamente y para evitar cualquier especulación sobre mi ausencia».
También —añadía el obispo de Lincoln— le movía el deseo de «ayudar, de alguna manera, a quitar el estigma de los problemas de salud mental». Él mismo reconocía que su actitud hacia su enfermedad había ido evolucionando: «Durante meses he intentado superar estas cuestiones por mí mismo, a través de la dirección espiritual, el asesoramiento y la oración. Ha sido difícil aceptar que mis problemas de salud mental son problemas reales de salud, y no solo un defecto de mi personalidad».
Problemas reales que necesitan tratamiento
«La verdad es que la depresión y la ansiedad son problemas psicológicos reales, con causas médicas y que necesitan tratamiento médico». Un tratamiento que finalmente decidió aceptar, unido al descanso que le recomendaban sus doctores. «Será difícil estar lejos de vosotros», reconocía monseñor Conley al despedirse temporalmente de su diócesis. También pedía a «Jesucristo, el divino Médico», la «gracia de la curación».
Desde que hizo pública su enfermedad, las redes sociales se han llenado de mensajes de apoyo, y también de agradecimiento por la naturalidad y transparencia con la que ha hecho frente a este problema. Algunos de ellos, de personas que «lidiamos con lo mismo» y «sabemos por lo que está pasando».
«Gracias por su valiente testimonio sobre la existencia de los desórdenes mentales y por su disponibilidad a recibir tratamiento. Sepa que no está solo en sus pruebas», decía uno de los mensajes. «Será un obispo mejor cuando regrese», concluía otro.
También desde España, la fotógrafa freelance Lupe de la Vallina, conocida por hablar abiertamente del trastorno de déficit de atención e hiperactividad que padece, le escribía: «Rezo por su recuperación y doy gracias a Dios por su carta. Es muy importante abordar las cuestiones de salud mental dentro de la Iglesia».