La comunidad que andaba dos horas para ir a Misa y ahora tendrá una capilla de adoración perpetua
La arquitecta Cristina Melero acaba de regresar de Tanzania, donde ha colaborado con la Fundación Bosco Arts en el levantamiento de una capilla. «Construir la casa de Dios es una gran responsabilidad», manifiesta
Desde que la valenciana Cristina Melero estudió arquitectura soñaba con poder construir una capilla, un sueño que se ha hecho realidad nada más y nada menos que en Tanzania, concretamente en la isla de Ukerewe, gracias a la Fundación Bosco Arts.
La joven acaba de volver de una estancia de tres meses en el país africano para ultimar el proyecto. «Cuando me volví solo quedaba por colocar la cubierta y me consta que ya la han instalado y la comunidad ha podido comenzar a utilizar el espacio», explica en conversación con Alfa y Omega.

La arquitecta se siente abrumada por el hecho de haber podido colaborar en levantar un espacio desde el que luego la gente va a elevar sus oraciones al cielo. «Me siento una privilegiada. Construir la casa de Dios es una gran responsabilidad», manifiesta. Aunque en este caso es compartida, porque la comunidad local brindó sus manos para todo lo que pudiera disponer Melero. «Fue increíble. Al comienzo de los trabajos, por ejemplo, subrayé la importancia de limpiar el terreno y unas horas después ya estaba impoluto», asegura.
El proyecto de la capilla en Ukerewe ha centrado los esfuerzos de las últimas semanas de la Fundación Bosco Arts, que ayuda en diferentes partes del mundo a las comunidades más vulnerables a través de proyectos del ámbito cultural, educativo y artístico. En este caso, la colaboración entre la arquitecta y la fundación se ha cristalizado en esta obra que «no solo es un lugar de recogimiento espiritual, sino también un espacio que fomenta el desarrollo y la integración de la comunidad», indican desde la entidad solidaria.
Una capilla de adoración perpetua
Con la puesta en marcha de la capilla, los católicos de la zona por fin tienen un lugar cercano en el que poder encontrarse con el Señor en el sagrario. «No tienen ningún otro templo en las proximidades, de hecho, tenían que andar cerca de dos horas para poder asistir a Misa», explica Cristina Melero.
Esta situación provocaba que en las pocas ocasiones en las que el sacerdote podía llegar a la zona —en vez de que los fieles se tuvieran que desplazar— «la Eucaristía la terminaban celebrando al aire libre, bajo una cubierta que tenían».

El cambio de paradigma es total para los fieles locales, porque ahora pasarán a tener la presencia real de Cristo las 24 horas del día. «Junto a la capilla, hemos construido un espacio para adoración perpetua del Santísimo», revela la joven valenciana. «Al ser el proyecto muy incipiente todavía no está el Señor de forma permanente», pero lo estará próximamente. «Aquí es normal que toda iglesia tenga una sala contigua para la adoración perpetua», concluye Cristina Melero.