La cola de los pañales
Además de repartir comida en los bajos de una parroquia, la Fundación Madrina atiende a madres con dudas y dificultades y les facilita productos para sus bebés
Brenda duerme en un colchón tirado en el suelo en la salita de estar del piso de una amiga. Lo hace pegada a su hija Eminem —«sí, como el rapero, el papá le puso el nombre»—, de 1 año y medio. Está embarazada de 35 semanas, de gemelas. Llegó junto a su esposo y su hija de Perú el 7 de febrero; el 10 de marzo se enteró de que estaba embarazada y cuatro días después se produjo el confinamiento. «Sin trabajo, los ahorros que trajimos se acabaron». Si su obstetra del Gregorio Marañón no la hubiera escuchado, quién sabe: «No quería el embarazo pero a la vez me daba miedo abortar. Me desesperé. La doctora me animó, si no…». Le habló de ayudas para ella y hace un mes acudió a la Fundación Madrina. «Me dan pañales, comida, un cochecito, la canastilla para las niñas…».
«Una madre que está sola, se hunde; apoyada, vence al mundo». Tras 20 años ayudando a madres gestantes y con hijos pequeños, Conrado Giménez, presidente de la Fundación Madrina, tiene claro esto, y que cuando una madre es escuchada, se salvan vidas. En la fundación recibían durante el confinamiento 15 llamadas al minuto: «Aumentó el número de embarazos y, si en condiciones normales no hubieran dudado, la situación de la pandemia las llevó al miedo. En el fondo no quieren abortar y es una llamada desesperada de ayuda».
500 bebés salvados
Junto a las llamadas, las colas del hambre. La fundación pasó de atender a 400 familias al mes a 3.000 diarias. Esperando la comida había mujeres que revelaban un embarazo inesperado que llegaba en el peor momento. La prioridad en esos casos era la escucha y ofrecerles una ecografía: «Cuando ven al bebé, todo cambia». Por eso, Conrado calcula que durante marzo, abril y mayo se han salvado del aborto 300 niños, y, desde entonces hasta ahora, 200 más. Y como «el motor que nos impulsa es el amor a Dios», no olvidan su labor apostólica. De ahí los 800 bautizos en espera, estos y los de los meses anteriores.
Además de las ecografías, en la fundación facilitan a las madres atención ginecológica pediátrica, apoyo psicológico y orientación laboral. Muchas de ellas llegan derivadas de servicios sociales: «Vienen buscando ese punto de apoyo que les niega la familia sin son adolescentes, o las parejas, que en muchos casos las abandonan». Lisbeth, dominicana de 18 años, llegó a España embarazada de siete meses y sola. Es tajante cuando dice que su hijo Alexander, de 8 meses, «no tiene papá». Y reafirma con gestos lo obvio para ella: «Nunca me planteé nada. A mí no me botaron cuando estaba en la barriga de mi madre».
Los adolescentes son otro de los perfiles que atienden. Romeo y su novia, de 16 y 17 años, se enteraron del embarazo cuando pasaban las 24 semanas de gestación. «Lo hecho, hecho está», se dijeron. Costó un poco asimilarlo, pero tiraron para adelante, siempre con el apoyo de la madre del chico, con la que viven. Están los dos estudiando y quieren encontrar algún trabajo. «Todo lo que nos dan en la fundación nos viene bien, sobre todo los pañales y la leche».
Las entregas se hacen de martes a viernes en los bajos de la parroquia Santa María Micaela. El día que los visitamos, Mari Luz se ha quedado la última. Mientras espera, le ha estado dando el biberón a su hijita de 15 días, Luz. «Necesito un carrito», suplica. Conrado toma nota. La niña se ha quedado dormida. «Que Dios te bendiga», le dice el presidente de la fundación. Bendita Luz.
Madrid, Valencia y El Puerto de Santa María se suman este otoño a 40 Días por la Vida, la campaña internacional de oración por el no nacido. Para más información sobre las convocatorias puede visitarse 40daysforlife.com.