«La clase de Religión está llamada a dialogar con todo lo humano»
La segunda sesión del foro Hacia un nuevo currículo de Religión católica ha abordado los desafíos que le plantean la escuela y la sociedad
Segunda sesión del foro de debate Hacia un nuevo currículo de Religión católica. En esta ocasión se han abordado los desafíos que tanto la escuela como la sociedad presentan a la enseñanza religiosa, un tema que ha introducido a través de una ponencia marco Carlos Esteban Garcés, director del Observatorio de la Religión en la Escuela, que ha planteado la necesidad de «una clase de Religión en salida», un movimiento que necesariamente lleva a entender la materia como «formación humana y servicio eclesial a la sociedad», tal y como lo definieron los obispos a finales de los años 70.
«Una clase de Religión que no sale de sí misma es una clase de Religión enferma; su luz deja de ser luz. Y nosotros estamos llamados a no apagar su luz, sino a nutrirla. Salir no es una huida hacia fuera, es una renovación interior», ha añadido.
En este sentido, ha planteado la necesidad de «una nueva geografía» para entender lo esencial de la asignatura. Y ha insistido en la necesidad de «una hoja de ruta» para el nuevo currículo para «no ceder a la tentación de hacer de la Religión en la escuela un mini catecismo o una mini síntesis de los estudios eclesiásticos».
En su opinión, los aprendizajes esenciales de la materia pueden articularse como «un nuevo humanismo» y, por tanto, se puede trabajar «con el legado de nuestra cultura en un sentido amplio: lo que es, lo que la ha hecho surgir, lo que nos ha hecho ser y lo que debería ser». También con la responsabilidad «de vivir en sociedad, de habitar el planeta, de cuidar los valores y con el sentido del proyecto vital, personal, social… donde las creencias y los ideales son necesarios y decisivos».
Así, ha recalcado que la también llamada Enseñanza Religiosa Escolar (ERE) «está llamada a dialogar con las nuevas pedagogías, con lo nuevo de nuestra escuela y de la sociedad del siglo XXI». «Porque nada de lo humano nos es ajeno», ha añadido. Además, ha continuado, cuando se produce este diálogo «surgen convergencias y mejora tanto la Religión como la escuela».
Por ello, Garcés ha propuesto cuatro ámbitos a los que la clase de Religión se debe abrir: las competencias clave que establece la Unión Europea; la competencia global que ha definido la OCDE y en la que se integran las diferentes cosmovisiones y religiones; el enfoque humanista sobre el que insiste la Unesco; y «las preocupaciones emergentes» en línea con la Agenda 2030, como son la erradicación de la pobreza, el acceso universal a la educación, el cuidado de las persona, el medio ambiente…
Y concluye: «Una clase de Religión en salida está llamada a dialogar con todo lo humano. […] Es formación humana, una contribución esencial a un nuevo humanismo, un servicio de la Iglesia al bien común. Estamos llamados a salir a un nuevo atrio de los gentiles».
Aprender a ser, aprender a convivir
Durante esta sesión del foro también ha intervenido Carlos García de Andoin, director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao y miembro de Cristianos Socialistas, que ha expuesto los retos de la materia en el campo de la ciudadanía local y global. Se ha referido, en concreto, a las democracias en riesgo, la desigualdad, la educación inclusiva, el pluralismo religiosos y secular…
«Afrontar estos desafíos requiere un tipo de educación que no puede dar por supuesto los valores. La escuela no puede asignar a la familia la educación integral guardando para sí el aprender a conocer. Todos los desafíos urgen a reforzar desde la escuela el aprender a ser, aprender a convivir… El enfoque de competencias que propone la LOMLOE es más adecuado para afrontar con efectividad estos cambios», ha apuntado.
Humanismo pleno y compasivo
También ha participado el secretario general de Escuelas Católicas, Pedro Huerta, que ha reconocido que los desafíos planteados no son ajenos a la escuela católica y que, por tanto, la obligan a responder. En este sentido, ha explicado que los centros católicos deben estar «abiertos al entorno y a colaborar con las familias, la Iglesia local y otros organismos». Y así, el Evangelio «no es una opción, sino un reto».
«Como educadores samaritanos no podemos solo pasar junto al otro o desentendernos del medio natural. Frente al humanismo decadente, debemos proponer un humanismo pleno y compasivo que sea base de evangelización. […] Debemos incorporar un estilo que vaya más allá del aprender a aprender, sino aprender a interpretar, dando así a la escuela y al proceso formativo una dimensión trascendente que no solo es nuestra pero que tenemos que hacer nuestra», ha concluido.