La ciudad del pecado esconde una «vibrante» comunidad católica
La diócesis de Las Vegas ha sido elevada a sede metropolitana de una nueva provincia eclesiástica en Estados Unidos. «Aquí construimos una o dos parroquias nuevas cada año», dice el responsable de la pastoral hispana
«Sobre Las Vegas hay muchas imágenes manidas: casinos, juegos de azar, shows, todo eso que sale en las películas y en las series. Pero se podría decir que hay dos Las Vegas. Una es esa realidad, que se reduce prácticamente al centro de la ciudad, y otra es la de la vida de la mayoría de la gente: niños que van al colegio, jóvenes que acuden a la universidad, padres que tienen sus trabajos… Esa es la comunidad de aquí, la que normalmente no aparece en las pantallas». Quien habla así es el sacerdote mexicano Miguel Corral, responsable de la pastoral con hispanos de Las Vegas. La diócesis del Estado del juego es noticia estos días por haber sido elevada a archidiócesis metropolitana y por haberse unido a las diócesis vecinas de Reno y Salt Lake City en una única provincia eclesiástica. «La última vez que se hizo una reorganización de este nivel fue hace 20 años», explica Corral, y supone para los tres territorios «un reconocimiento del crecimiento que estamos experimentando desde hace décadas».
El responsable de los hispanos de Las Vegas explica que «mientras en muchas diócesis de la Costa Este y de otras partes del país —Nueva York, Filadelfia, Boston, Chicago…— están cerrando o reagrupando parroquias, en Las Vegas estamos construyendo una o dos cada año», respondiendo al reto de que en los últimos 20 años se ha triplicado la población en la ciudad y en otras localidades cercanas al estado de Nevada.
Actualmente, Las Vegas cuenta con 40 parroquias con unos números de fieles a los que en otras partes del mundo no estamos acostumbrados. «Cada una de ellas atiende a una media de 8.000 familias registradas. Son megaparroquias, algunas con nueve Misas cada fin de semana para poder dar abasto. Es una comunidad muy vibrante», afirma. Corral, responsable también de la parroquia de Santa Ana, a apenas tres kilómetros del centro de la ciudad y de los principales casinos, organiza cada sábado 50 bautizos, tiene 1.500 niños apuntados a catequesis y cuenta con 300 jóvenes confirmados cada año.
Además, lejos de ser una situación estática, las perspectivas de crecimiento advierten de la llegada a Nevada de un millón de personas en los próximos diez años, un 30 % de ellos católicos que se incorporarán a las parroquias existentes y para los que habrá que crear templos nuevos. Un movimiento migratorio, provocado principalmente por ser la zona un foco de crecimiento económico constante, que afectará tanto a la diócesis de Las Vegas como a las cercanas de Reno y Salt Lake City. Este ha sido el motivo de unificarlas en una nueva provincia eclesiástica, con Las Vegas como archidiócesis metropolitana, dado que comparten una realidad pastoral similar. Antes del cambio, todas ellas pertenecían a una provincia encabezada por el obispado de San Francisco y con diócesis tan lejanas como Hawái, con circunstancias y desafíos muy dispares.
Con esta reorganización, el obispo de Las Vegas, George Leo Thomas, pasa a ser arzobispo metropolitano, y según el derecho canónico deberá apoyar a las diócesis sufragáneas de Reno y Salt Lake City en asuntos de fe y disciplina. Uno de los retos a los que hacen frente es la pastoral con los miles de personas que acuden cada año a probar fortuna en los casinos de Nevada. «La mayoría de los turistas vienen a pasar el el fin de semana, no son de la zona», explica Miguel Corral.
Al encontrarse casi todos los casinos en el centro de la ciudad, muchos caen en el territorio que pertenece a dos parroquias y a la catedral. De ellas, la iglesia del Divino Redentor es la que está más en el meollo y atrae cada semana a miles de personas, entre locales y turistas.
Corral cuenta que, por ejemplo, no todo el que va a casarse a Las Vegas lo hace ante el clásico imitador de Elvis Presley: «Muchos quieren una celebración católica y nosotros se la ofrecemos también». Además, los templos envían a los hoteles de la zona todos sus horarios de celebraciones por si alguien pregunta por ellos y, por este motivo, es muy normal que muchas caras desconocidas se pasen por allí en Navidad o Pascua, e incluso los domingos. «También ofrecemos la posibilidad de confesarse y muchos la aprovechan», dice.
En cualquier caso, el día a día de la diócesis de Las Vegas no gira en torno a los casinos, los famosos o los rodajes de Hollywood. «La vida cotidiana va por otro lado», dice el responsable diocesano de la pastoral hispana. «Aquí la gente es muy ajena a lo que pasa en el centro y la idea de que son muchos los que trabajan en los casinos no es real».
«Es normal que la gente, debido a las películas, piense que Las Vegas es la ciudad del pecado», concluye Corral, «pero la verdad es que en nuestras calles camina una comunidad católica muy viva, quizá también porque muchos padres quieren preservar a sus familias del ambiente que sus hijos pueden encontrar unas calles más allá. Por eso aquí la fe se vive con más deseo y con más fervor que en otras partes».