Entre los estrenos más vistos de las últimas semanas en Netflix, se encuentra este thriller, de estructura clásica, basado en una novela del superventas Javier Castillo, que lamentablemente no ofrece mucho más que la posibilidad de pasar un rato, un mal rato. La trama de La chica de nieve gira en torno a la desaparición de una niña, en Málaga, el día de la cabalgata de Reyes. A partir de ahí, la historia se descentra y cobra casi todo el protagonismo una joven periodista que, para no salirnos del tópico, arrastra un pasado con el que necesita reconciliarse. La redención pasa, en este caso, por tratar de vencer al mal con el mal y con señalar a pérfidos y abusadores hombres. La guinda la pone una brigada policial que, como ya están intuyendo, no destaca por estar formada por los más listos del lugar.
Aixa Villagrán, en el papel de la inspectora Belén Millán, eleva el nivel medio de la serie. Todo lo contrario que José Coronado, en el papel de un veterano periodista que apadrina a la nívea protagonista y que solventa muy discretamente un personaje que parece de relleno. Milena Smit, que da vida a la tenaz periodista Miren Rojo, trata de sostener como puede el naufragio, aunque es inevitable que en la fragilidad vital de su personaje veamos perfectamente reflejada la fragilidad de la serie en su conjunto. Todo resulta demasiado previsible, incluidas las falsas pistas y los giros de guion. Solo consta de seis capítulos, de poco más de 45 minutos de duración cada uno, y, sin embargo, se hace larga.
El éxito de público ha hecho que las preguntas sobre la posibilidad de una segunda temporada no hayan cesado desde el estreno. Hay tramas sueltas suficientes para ello, tanto en la serie como en el universo literario del propio Javier Castillo, que además anda estrenando novela en estos días. A ver si suena la flauta y segundas partes esta vez sí que son buenas.