El Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes organizó, la semana pasada, unas jornadas sobre migraciones a las que acudieron más de 300 personas de 93 países. Desde España, y con monseñor Ciriaco Benavente -presidente de la Comisión episcopal de Migraciones, de la Conferencia Episcopal Española- a la cabeza, acudió un nutrido grupo de representantes de la pastoral de migraciones. Durante su intervención, monseñor Benavente aludió al problema de la vulneración de los derechos humanos en la frontera con Marruecos, especialmente a través de las llamadas devoluciones en caliente. También resaltó que los inmigrantes, en España, están para quedarse, no sólo de paso. Algo que se refleja en el creciente número de parroquias, escuelas y familias interculturales.
También acudió al encuentro el director del Secretariado de Migraciones de la CEE, el sacerdote jesuita José Luis Pinilla -en la foto, saludando al Papa Francisco-, quien explica a Alfa y Omega que uno de los puntos más destacados de su intervención fue la propuesta, a las Conferencias Episcopales Europeas, de una cooperación activa con la Iglesia en Iberoamérica, con el objetivo de «promover el acompañamiento de los sacerdotes a los inmigrantes latinos. La propuesta ha calado, y esperamos una próxima reunión», adelanta.
El Papa, que concedió una audiencia a los participantes, hizo hincapié en los beneficios que obtienen los países acogedores gracias al trabajo de los emigrantes, y recalcó que los que de verdad salen perdiendo son los países de origen, porque la emigración genera «empobrecimiento debido a la pérdida de las mejores mentes, fragilidad de los niños que crecen sin padres y riesgo de ruptura de los matrimonios a causa de ausencias prolongadas».
Además de pedir una mayor cooperación entre países de origen y tránsito para que estos problemas desaparezcan, el Papa recordó a los presentes que los católicos son los rostros de esperanza en las «situaciones de desesperación y soledad, y añadiría de marginación». La Iglesia, afirmó, «es una madre sin fronteras y se esfuerza por alimentar la cultura de la acogida y la solidaridad, en la que ninguno es inútil».