La canción que acompañó el Acuerdo de Viernes Santo
El Úlster celebra 20 años del final de la violencia en medio de la incertidumbre por el brexit. Católicos y protestantes buscan vías para afrontar los desacuerdos desde la amistad
A comienzos de abril de 1998, el proceso de paz en Irlanda del Norte flaqueaba. Los representantes del Reino Unido, Irlanda, y los distintos partidos del Úlster «eran como los conductores de dos trenes enfrentados en un puente estrecho. Ninguno quería ceder el paso para no decepcionar a sus pasajeros» –ha contado el cantautor y activista norirlandés Tommy Sands en la Universidad CEU San Pablo–. Hacía falta que los propios viajeros «se levantaran y les dijeran: “No pasa nada, podéis retroceder un poco porque todos queremos avanzar”».
Dicho y hecho: él mismo se presentó con otros músicos y niños católicos y protestantes delante del castillo de Stormont, donde se negociaba, para cantar una canción compuesta para ese momento: Carry on. «Continuad hasta que la paz vuelva», decía el estribillo. Sorprendidos, los negociadores salieron del edificio y se unieron al canto. Alguno, visiblemente emocionado. Poco después, el 10 de abril, se firmó el Acuerdo de Viernes Santo.
La pasada semana, Sands volvió a tocar esta canción durante los actos de conmemoración del 20º aniversario de esta histórica firma. El ambiente fue en general –explica a Alfa y Omega– «alegre y celebrativo. Teníamos la sensación de que el espíritu compartido del acuerdo falta hoy entre los líderes políticos actuales, pero también nos dábamos cuenta de que sin ese pacto miles de personas que hoy viven felices tal vez estarían muertas».
Las celebraciones han llegado a un Úlster que teme que una nueva frontera con Irlanda, fruto del brexit, reavive tensiones que desde hace 20 años no se intentan resolver con pistolas y bombas. La región se encuentra sin Gobierno desde hace un año, cuando por primera vez los unionistas perdieron su mayoría simbólica. El DUP, principal partido probritánico y opuesto en su día al acuerdo, ahora es clave para el Gobierno de Theresa May y presiona para una salida total de la UE –frontera con la República de Irlanda incluida–. Su postura contrasta con el sentir de la mayoría de norirlandeses, que votaron en contra del brexit. En este clima enrarecido, ya repuntan las agresiones sectarias.
En una carta conjunta con motivo del aniversario de los acuerdos, los primados católico y anglicano de Irlanda, Eamon Martin y Richard Clarke, recordaban que después de «décadas de violencia, comunidades divididas» y el rastro de sufrimiento que dejaron tras de sí 3.600 muertes violentas, los Acuerdos del Viernes Santo «ofrecían el marco para un nuevo comienzo, esbozando estructuras de conexión [entre Irlanda, el Úlster y Reino Unido] y las salvaguardas bajo las cuales se pudieran desarrollar las relaciones que requiere una democracia sana». Solo entonces, después de un proceso largo de sanación, podría abordarse el futuro de la Isla Verde.
¿Quién ha fallado?
Ante el actual impase, los primados se preguntan: «¿Es porque el acuerdo nos ha fallado, o más bien porque colectivamente hemos fracasado en sacar el máximo partido de los principios [de colaboración, igualdad y respeto mutuo] que ofrecía?». Por eso, terminan llamando a los ciudadanos a «ser embajadores de reconciliación».
Dos amigos asesinados
Estas palabras describen a la perfección la trayectoria de Sands. Originario de una zona agrícola, creció en un ambiente de relativa convivencia entre unionistas y republicanos. «Para recoger el heno, cada mano cuenta», recuerda.
Aun así, el conflicto le arrebató a dos amigos. A Allan, protestante, y Sean, católico –los llama así en su There were roses–, les unía el amor a la música. Cuando paramilitares republicanos asesinaron a Allan, se extendió el miedo a que un católico muriera en represalia. Paradójicamente, le tocó a Sean. «¡Allan era mi amigo!», gritaba cuando se lo llevaron.
Sands podría haber acabado involucrado en la misma espiral de violencia. Conocía a una persona que reclutaba jóvenes para un grupo paramilitar. Pero, cuando se acercó a él para tomar las armas, le dijo que «para mí ya no hay otro camino, pero espero que tú encuentres otro. Vete a casa y escribe una canción».
Así lo hizo. Durante todo el conflicto compuso música denunciando la pérdida de vidas y defendiendo una forma diferente de mirar al otro. Esta obra le granjeó el aplauso del cantautor norteamericano Pete Seeger.
En la actualidad, una de sus principales apuestas son los niños y jóvenes, que ya han nacido sin violencia. Visita colegios e institutos católicos y protestantes, e intenta juntar a esos chicos que, aún hoy, no conocen a sus vecinos del otro lado. «Intentamos que se den cuenta de que no se puede dar la paz por sentada. Es un proceso en el que debemos trabajar cada día. Como un bebé, se caerá y tropezará muchas veces hasta que aprenda a caminar».
En los últimos meses, ante tensiones que califica de «más sociales que políticas», no se ha quedado de brazos cruzados. Ha participado activamente en el proceso que en diciembre concluyó con la firma de la Declaración de Rostrevor, en la que distintas comunidades religiosas sentaban las bases para afrontar los desacuerdos políticos desde el respeto y la amistad. También promueve las Cenas de la Diversidad, en las que «la gente invita a su casa a vecinos con distintas visiones, para conocerse. Y estamos creando un consejo asesor de ancianos relevantes para abordar cuestiones que causan división», cuenta. Y, por supuesto, seguirá cantando Carry on.