La birreta cardenalicia es una responsabilidad - Alfa y Omega

La birreta cardenalicia es una responsabilidad

Francisco quiere cardenales con los pies en la tierra, de todos los rincones y cercanos a la gente, que le aconsejen y acompañen

Alfa y Omega

El pasado domingo, al concluir el rezo del Regina Coeli, el Papa Francisco convocó para el 27 de agosto un consistorio en el que creará a 21 nuevos cardenales. 16 de ellos serán entonces menores de 80 años y, de esta forma, habrá 132 electores en un hipotético cónclave, buena parte de ellos elegidos ya en los siete consistorios anteriores del actual Pontífice.

Entre los nuevos purpurados hay algunos esperables como el inglés Arthur Roche, prefecto de la Congregación para el Culto Divino; el coreano Lazarus You Heung-sik, flamante prefecto de la Congregación para el Clero, o el español Fernando Vérgez Alzaga, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, con una amplia experiencia en la Santa Sede. Pero de nuevo el Papa mira más allá y anima a la Iglesia a hacerlo: en contraste con los dos nuevos electores al frente de diócesis europeas, hay dos obispos de África, cuatro de América y otros cinco que trabajan en Asia –entre ellos, el italiano Giorgio Marengo, prefecto apostólico en Mongolia que, a sus 48 años, se convertirá en el purpurado más joven–.

En distintas ocasiones, con palabras y gestos, Francisco ha recordado que los cardenales no son príncipes de la Iglesia y que, más que un honor, la birreta es una responsabilidad. Quiere hombres con los pies en la tierra, procedentes de todos los rincones a los que ha llegado el Evangelio y cercanos a la gente, que le aconsejen y acompañen mientras maneja el timón de la pesada barca de la Iglesia. Buena prueba de ello es que, apenas dos días después de este nuevo consistorio, a finales de agosto, ha citado a todo el Colegio Cardenalicio en Roma para reflexionar sobre la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium. Quizá porque su primera tarea, igual que la primera tarea de todo cristiano, no es otra que anunciar el Evangelio.