La basílica de San Pedro no quiere piercings ni tatuajes en sus empleados - Alfa y Omega

La basílica de San Pedro no quiere piercings ni tatuajes en sus empleados

Les impide también pertenecer a asociaciones «incompatibles con la doctrina», contratar a «familiares consanguíneos» y, naturalmente, «sustraer documentos originales»

Rodrigo Moreno Quicios
Una mujer tatuada asiste a una canonización en la Plaza de San Pedro. Foto: CNS / Paul Haring

Las personas que trabajan en la basílica de San Pedro o en la Fábrica de San Pedro no podrán llevar piercings ni tatuajes a la vista. Es un requisito añadido a las normas que ya establecía el Vaticano para trabajar en el templo donde el Papa preside la mayoría de sus celebraciones o el taller creado por Julio II en 1506 para su mantenimiento. Aparte de las normas promulgadas en 2001 bajo el pontificado de Juan Pablo II, como «profesar la fe católica y vivir según su principios» o presentar un «certificado de matrimonio canónico» en el caso de los trabajadores casados, ahora se pide de forma explícita a los empleados «cuidar su aspecto externo de acuerdo con las exigencias y costumbres del entorno de trabajo». Dejando así explícitamente prohibidos los «tatuajes visibles en la piel y los piercings corporales» por «respeto al decoro».

De acuerdo con el portavoz de la basílica de San Pedro, Enzo Fortunato, «este nuevo reglamento favorece un clima de fraternidad y de confianza recíproca para acoger mejor a los peregrinos y visitantes». Con motivo del próximo Jubileo de 2025, el funcionario ha subrayado que este cambio busca «cuidar con mayor responsabilidad este lugar, valorizar mejor los talentos de las personas que aquí trabajan y el mensaje de la basílica».

Aparte de la basílica, esta norma que se recoge en un quirógrafo fechado el 29 de junio, afecta también a la ya mencionada Fábrica de San Pedro y a sus 170 empleados. Entre otras labores, sus artesanos realizan las cerámicas y figuras de bronce sobre la paz que Francisco entrega a los líderes mundiales que le visitan. Pese a realizar trabajos manuales en un taller, el nuevo documento les insiste en «llevar una vestimenta decente y adecuada a la actividad que vayan a desempeñar». Y en el caso de los que tienen uniforme, si se presentan en el servicio con él «roto o manchado» recibirán «las sanciones disciplinarias previstas». También si se lo ponen fuera de su turno y ambiente laboral. Dependiendo de la gravedad del caso, y tras recibir varios avisos, los infractores podrían incluso llegar a ser despedidos.

Prohibido participar en instituciones incompatibles con la doctrina

Más allá de la vestimenta, los empleados de la basílica y la Fábrica de San Pedro tienen asimismo prohibido «adherirse a instituciones o asociaciones cuyos fines no sean compatibles con la doctrina y la disciplina de la Iglesia o participar de cualquier otro modo en sus actividades». Según una declaración explícita de Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, a un obispo filipino en noviembre de 2023, este veto implica directamente a la masonería. Las nuevas normas impiden también «realizar actividades o participar en actos que no correspondan al carácter de empleado de un organismo relacionado con la Santa Sede».

Por contra, en el caso de pertenecer efectivamente a alguna parroquia o movimiento de la Iglesia, los trabajadores «podrán disfrutar anualmente de un permiso retribuido» de hasta seis días «para el normal desarrollo de los Ejercicios Espirituales».

Ejemplaridad en la vida privada y secreto profesional

El documento publicado el pasado 29 de junio mantiene otras exigencias ya elevadas en 2001 a los trabajadores, como «observar una conducta religiosa y moral ejemplar, también en su vida privada y familiar, en conformidad con la doctrina de la Iglesia». Igualmente les prohíbe, como antaño, contratar a «familiares consanguíneos hasta el cuarto grado», ya sean estos hijos, nietos o bisnietos. Ni a «parientes hasta el segundo grado», como lo son los tíos, primos o sobrinos.

También exige a los empleados «guardar rigurosamente el secreto profesional», por lo que «no podrán dar información a quien no tenga derecho a conocerla por razón de su trabajo o servicio». Y para cuidar especialmente del «secreto pontificio» tienen prohibido dar declaraciones a los medios de comunicación «sobre las personas, actividades, ambientes y directivas de la Fábrica de San Pedro».

Finalmente, este quirógrafo reitera la prohibición —para aquel a quien no le resulte evidente— de «sustraer documentos originales, fotocopias, copias electrónicas u otro material de archivo y trabajo relacionado con su trabajo». Una advertencia aparentemente innecesaria, pero que bien le habría servido a Alfio Maria Daniele Perglozzi, un antiguo empleado vaticano, que fue detenido el pasado 27 de mayo tras vender un manuscrito sustraído del siglo XVII sobre el baldaquino de Bernini.