La banalización de la vida

Vuelve a demostrarse que abrir la puerta a la eutanasia es sólo el inicio de una espiral de banalización de la vida. En Bélgica, los médicos han acabado con la vida de dos hermanos gemelos de 45 años, que no tenían ninguna enfermedad terminal ni padecían sufrimiento físico. Eran sordos y, ante el pronóstico de quedarse pronto ciegos, solicitaron la eutanasia porque –explicaron a los médicos– no soportaban no volver a verse. La noticia se produjo poco antes de que los socialistas presentaran una propuesta para permitir la eutanasia de menores y de enfermos de Alzheimer. Sorprendentemente, la iniciativa cuenta con el apoyo de una organización de musulmanes progresistas.

En la vecina Alemania, se tramita una propuesta de la ministra de Justicia para despenalizar el suicidio asistido, siempre que se haga sin ánimo de lucro. Pero, independientemente de que se haga con fin «comercial o no comercial, por principio» no puede existir el derecho a procurar conscientemente la muerte de alguien, ha afirmado el arzobispo de Colonia, cardenal Joaquín Meisner. En Irlanda, el Tribunal Supremo ha ratificado la prohibición de la ayuda al suicidio.