La aventura de su vida fue buena
Miércoles de la 28ª semana de Tiempo Ordinario. Bienaventurada Virgen María del Pilar / Lucas 11, 27-28
Evangelio: Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Comentario
La bienaventuranza es la vida que llega al cielo. La buenaventura es, por tanto, la posibilidad de que esta aventurada vida llegue a ser buena, como Dios es bueno. La bienaventuranza es la posibilidad de que todo en nuestra vida esté atravesado por la bondad de Dios. Pero a diferencia de una vida simplemente feliz, la vida bienaventurada no necesita eludir los escollos, los dolores y los males. La buenaventura es buena porque culmina en el cielo, lo cual hace bueno todo el camino: lo tensa y llena de belleza. Toda la aventura deviene buena en su tensión hacia ese final.
En María toda la aventura de su vida fue buena, porque el cielo que espera al final del camino se había desbordado sobre su vida y la había invadido. El cielo es el Hijo de Dios, que era también su propio hijo. La aventura no solo era buena ya por su destino; sino porque el cielo era la entraña de cada instante. Podía vivir las dificultades, los obstáculos, los dolores, ya con el Cielo entre sus manos.
Bajo la advocación de la Virgen María del Pilar todas las gentes de habla hispánica viven de esa misma buena aventura. La presencia de María entre nosotros nos permite escuchar y cumplir la voz del Cielo, que nos promete que nuestra historia, nuestra vida alcanzarán la gloria. Ningún obstáculo en el que pueda encontrarse nuestra vida, nuestra familia o nuestra sociedad es suficientemente grande para vencer a la bienaventuranza de los que siguen a Cristo de la mano de María.