«La Amoris laetitia supera la lógica del “No se puede / Sí se puede”»
El arzobispo de Madrid y el cardenal Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, arroparon a monseñor Marcello Semeraro, secretario del Consejo de Cardenales, en la presentación de una edición comentada de la exhortación Amoris laetitia
«¿Hay algo nuevo en la Amoris laetitia?», se preguntaba retóricamente el arzobispo de Madrid el lunes, durante la presentación de la exhortación que acaba de publicar Romana Editorial, con un comentario de monseñor Marcello Semeraro, secretario del Consejo de Cardenales que asesora al Papa en el reforma de la curia vaticana. «Nada es nuevo y todo es nuevo», respondía monseñor Carlos Osoro. Es nueva la «manera de afrontar» aspectos como el modo de proponer el matrimonio a los jóvenes, destacó el cardenal electo. Y es novedosa la forma en que el Papa pone en valor la conciencia individual.
En palabras de Semeraro, la Amoris laetitia supera la lógica del «No se puede/ Sí se puede», e introduce una nítida distinción entre la norma general y el caso particular. El discernimiento fue el gran tema sobre el que giró la presentación del prelado italiano, cuya introducción para Romana Editorial, de casi 50 páginas, es casi un libro en sí mismo.
En la presentación, celebrada en la Universidad Pontificia de Comillas, participaron también el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona; el rector de Comillas, Julio Martínez; el jesuita Pablo Guerrero, profesor de esta universidad, y la directora de Romana, Carmen Magallón.
Ley y conciencia
Monseñor Semeraro distinguió entre el «discernimiento moral» –mediante el que «se intenta conocer la voluntad de Dios a un nivel general, válido para todos», con el objetivo de dilucidar «qué es bueno y qué es malo»– y el discernimiento pastoral, que «me ayuda a conocer dónde me encuentro, cuál es mi situación».
Como símil el obispo de Albano aludió a un faro que le «indica al pescador cómo llegar al puerto». «Marca una dirección, pero no nos dice si hay escollos», para lo cual se requiere un examen más en detalle.
Entra en juego entonces el discernimiento pastoral, «el lugar privilegiado es el coloquio con el sacerdote», según Semeraro. Pero «no basta con una sola confesión». Este es «un proceso, un camino gradual», en el cual es requisito indispensable «la humildad, el amor a la Iglesia y a sus enseñanzas, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios». Esa humildad excluye «hacer ostentación del pecado» o presentar una situación irregular como «un ideal cristiano».
Con el referente de santo Tomás, al que Francisco dedica un capítulo en su exhortación apostólica, Semeraro explicó que la diferenciación entre la ley general y el caso particular no solo pertenece a «la tradición espiritual de la Iglesia», sino que esa es la forma habitual de aplicar el derecho positivo y la que dicta el sentido común. «En un juicio, no se aplica de forma automática la norma. Hay una valoración del caso, un debate», en el que se contempla la posibilidad de agravantes, atenuantes o eximentes, resaltó.
Según hacía notar el Aquinate, «cuanto más se desciende a cada caso particular, tanto mayor es la indeterminación», rubricó Semeraro. Y esto es especialmente cierto en «nuestras sociedades occidentales del siglo XXI», en las que la complejidad es mayor que «hace unos siglos».
En esa lógica, al referirse al caso concreto de los divorciados vueltos a casar por lo civil, monseñor Semeraro destacó que el Papa afirma que se puede vivir en situación objetiva de pecado, y al mismo tiempo en gracia de Dios, por lo que la ayuda de la Iglesia a las personas en estas situaciones puede incluir los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. «Puede ser. La exhortación no dice: “los divorciados podrán comulgar”. Eso sería hablar de categoría de palabras, y el Papa no habla de categorías de personas, sino de personas singulares».