La Almudena trae la esperanza a un Madrid «lleno de cruces»
En la festividad de la patrona, el cardenal Cobo puso a la Virgen como ejemplo porque «aparece cuando las murallas se derriban» para «sostener la dignidad» de todos
Minutos antes de las 11:00 horas, como si ya no pudiera esperar más para encontrarse con sus hijos en el día de su festividad, entraba la Virgen de la Almudena en la plaza de la Armería, es decir, en la explanada frente a su catedral. Lucía esplendorosa, con un manto verde que le donó en el siglo XVIII el señor de Arce, un personaje prácticamente desconocido pero que tuvo el tino de obsequiarla con este vestido muy al hilo del Jubileo que se celebra este 2025, dedicado a la esperanza. A sus pies, hortensias y rosas en el paso que llevaban, un año más, los anderos de Jesús El Pobre. La esperaban los madrileños, los que acudían a la cita con ella por tradición y los nuevos. Como Gloria y su amiga Asun, la primera para celebrar la «fiesta de mi Madre»; la segunda, por invitación de su amiga, y para «que me apañe la cabeza, que la tengo al bies».
La brisa ligera de la plaza llevaba el aroma del incienso mientras el coro cantaba el Gloria estrenado para la JMJ Madrid 2011. Ya en su homilía, el cardenal Cobo aseguró que encontrarse de nuevo a los pies de la Virgen «es siempre una oportunidad de hacer camino juntos». En este año jubilar, recordó que esperanza y alegría es «algo que necesitamos mucho». Principalmente porque «Vivimos en una contante tensión entre alegría y tristeza», por lo que «todos tenemos motivos para la esperanza, aunque hay motivos para el desasosiego».

«Cultivar la amistad»
Después, el arzobispo de Madrid subrayó la necesidad de «cultivar la amistad y la cordialidad como actitudes básicas para la convivencia». Al mismo tiempo —parafraseando aquella «paz desarmada y desarmante» que pidió León XIV nada más ser elegido Papa— emplazó a «desarmar las palabras, también en nuestros medios de comunicación y redes». Según el cardenal Cobo, «vivimos la tragedia de la gran desvinculación y necesitamos revincularnos». «Eso solo es posible generando relaciones desde el diálogo y mirándonos al corazón», recetó.
Cobo volvió a citar, esta vez de manera explícita, a León XIV, quien lamentaba que «hay un obstáculo que a menudo nos impide reconocer la presencia de Cristo en lo cotidiano: la pretensión de que la alegría debe ser sin heridas». Y también a su predecesor, el Papa Francisco, quien en la bula convocando el Jubileo del 2025 describió a María como «testimonio más alto de la esperanza», capaz de decir «sí» incluso al pie de la cruz.
Nuevas formas de pobreza
El arzobispo de Madrid señaló que la realidad de Madrid está «llena de cruces que nos convocan», desde las nuevas formas de pobreza hasta la precariedad laboral o la pérdida de sentido de vida entre los jóvenes. Apoyándose en las últimas noticias, recordó que «la Iglesia por medio de Cáritas y la Fundación Foessa viene publicando informes» que muestran el aumento de la pobreza infantil, las dificultades de acceso a la vivienda y «las crecientes trabas a los migrantes que mayoritariamente producen riqueza y bienestar en nuestra sociedad».
El cardenal citó también la recientemente publicada exhortación apostólica Dilexi te, en la que el Papa León XIV subraya que «la condición de los pobres representa un grito que interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia».
Pero al tiempo que compartía el diagnóstico, propuso también un remedio. «Con María, la que tira muros y aparece cuando las murallas se derriban, aprendemos a estar al pie de cada cruz», para buscar «entre todos» la forma de cuidar la «dignidad inviolable» de cada uno.

Ante esa realidad, el arzobispo de Madrid insistió en que la respuesta no pasa por «gritos, reproches ni demonización» sino por «una mirada humilde que aspira a aprender de la realidad». «María nos convoca a compartir la vida a los pies de cada cruz, no para solucionar lo que nos desborda, sino para sostener la dignidad inviolable de cada ser humano», sentenció.
Terminaba la Eucaristía en un ambiente de fiesta y alegría, como la del grupo que había podido participar de la parroquia Santa María del Silencio, que acoge la Pastoral del Sordo. Entre ellos estaba Pascual, que había ido ya hacía tiempo pero esta vez, cuenta en su lenguaje de signos, «de manera oficial». Él llevaba en su corazón una petición especial: «Que acaben las guerras, que haya paz en el mundo y que ayude a todos los necesitados de amor».
En la víspera de la Almudena, la Delegación de Jóvenes de Madrid celebró una vigilia en su catedral. Comenzaron este momento de recogimiento entrando a oscuras en el templo, tan solo iluminado por los focos de las columnas, la cruz central y un icono de la Virgen. En su homilía, el arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo, reivindicó que «María nos enseña lo que significa amar de verdad: amar no solo cuando todo va bien, sino permanecer cuando amar duele». Igualmente empujó a los jóvenes a salir «donde los muros se caen, donde hay herida, donde hay pobreza o soledad, donde hay refugiados, rechazo o indiferencia». Según les aseguró, «allí está María». «Id al pie de la cruz porque allí os espera y allí se aprende a mirar el amor verdadero».
El arzobispo de Madrid reconoció que «la cruz da miedo» y que «no apetece quedarse cuando el dolor aprieta». No obstante, insistió en que «ahí, en lo que el mundo desprecia, está el secreto de la vida, porque allí aprendemos a ver a Jesús resucitado». Según sus palabras, «al mirar la cruz aprendemos también a mirar a los crucificados de hoy: los que sufren, los que callan, los que se sienten solos o abandonados. Y también «aprendemos a mirar nuestras propias cruces —esas heridas, fracasos o búsquedas— sabiendo que Jesús las abraza con nosotros». «Solo al pie de la cruz aprendemos a ser cristianos, no lo olvidéis», reivindicó.
Al final de su homilía, añadió que «el sí de María no fue un gesto romántico en Nazaret, sino una fidelidad que se ha repetido toda su vida». «También nosotros estamos llamados a repetir nuestro sí a Dios en lo cotidiano», encargó.
Para alimentar a otros
En conversación con Alfa y Omega, Luis Felipe Rodriges, vicario parroquial en Nuestra Señora de Moratalaz, revela que «este año, por primera vez, los bocatas de calamares han venido hasta la catedral». Nada más concluir la celebración, se organizó en su atrio en ágape fraterno. Se respondía así «a la petición de muchos de tener un espacio para estar juntos como familia, para conocernos y seguir viviendo el ambientazo que se genera en este día tan especial». «Pudimos hacernos fotos, hablar con otras parroquias y con nuestro cardenal y reencontrarnos con amistades que nacieron del Jubileo de los Jóvenes», celebra.
Según detalla Rodrigues, la elaboración y venta de los 800 bocadillos corrió a cuenta de la Fundación Nadie Sin Cenar. Ellos ya realizaron una iniciativa similar en el WOW, un evento multitudinario que tuvo lugar el pasado 27 de septiembre. El sábado pasado, al igual que aquella primera ocasión, «todo el dinero que se recaudó se destinará para poder dar alimentos a los que lo necesiten».