La agenda del Gobierno

La semana pasada se hizo viral un vídeo en el que los estudiantes del colegio mayor masculino Elías Ahúja, en Madrid, lanzaban palabras malsonantes y despectivas a sus vecinas del Santa Mónica. Como subrayó la dirección del centro —de la Orden de San Agustín— las expresiones usadas son «incomprensibles e inadmisibles tanto en la forma como en el fondo», además de contrarias a su «ideario», y por ello se tomaron medidas disciplinarias. Lo que sorprende, no obstante, es que el vídeo abriera todos los medios y monopolizara el debate político en unos días en los que avanzaban leyes de gran impacto para el presente y el futuro de España.

En este mismo espacio ya se alertó de que, con la Ley de Memoria Democrática —aprobada definitivamente—, parece que se quiere imponer un relato oficial de parte más que curar heridas. Y, a todas luces, es muy peligroso cuestionar y debilitar los cimientos de la democracia de 1978 que, no sin fallos ni carencias, ha permitido la paz entre los españoles y su desarrollo.

Además, prosigue la tramitación de la reforma de la ley del aborto y de la llamada ley trans, que, de acuerdo con los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, atentan contra «la dignidad de cada persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios». Estos textos consagran la autodeterminación por encima de todo: el primero borra al no nacido y elimina las alternativas al aborto, mientras que el segundo cuestiona la propia identidad sexual. Sin negar que queda camino que recorrer en el acompañamiento tanto a las mujeres vulnerables como a las personas homosexuales o con disforia de género, lo malo es que ambas leyes imponen «una peculiar y reducida visión antropológica», en expresión de los prelados.

En este contexto, en vez de perdernos en debates de poco recorrido, toca apostar de nuevo por la reconciliación y por la vida.