Juan Pablo Navarro, autor de Ignacio de Loyola - El soldado de Dios: «Hay que dar a los niños una visión completa de los santos»
Más allá de coleccionar anécdotas, Navarro intenta explicar con sus libros las aportaciones de cada santo a la fe. «No son lecturas especialmente sencillas ni superficiales y un adulto puede sacarle mucho partido», cuenta el escritor
Juan Pablo Navarro empezó a escribir historias de santos gracias a un amigo que, como él, pertenece a la Hermandad de la Caridad. «Me animó a hacer un libro sobre Miguel Mañara, fundador del Hospital de la Caridad de Sevilla, y al final lo publiqué», cuenta. Al sacar esta biografía a la luz, el fundador de la editorial Maratania no esperaba recaudar una gran cifra porque su intención era simplemente la de evangelizar. Sin embargo, al ver que el proyecto funcionaba y disfrutaba haciéndolo, siguió escribiendo. Y cuando quiso darse cuenta, ya tenía tres libros en circulación. Entre ellos, Ignacio de Loyola – El soldado de Dios (Maratania), dedicado al fundador de la Compañía de Jesús.
El responsable de Maratania sabe perfectamente cómo contar historias a los niños, pues lleva años haciéndolo. «Los cuentos no tienen que ser ñoños, normalmente son demasiado acaramelados», critica. En su experiencia, «los niños son más inteligentes que los mayores y tienen una capacidad de recepción más alta». En consecuencia, en vez de tratarlos condescendientemente, intenta «darles una visión completa del santo».
Más allá de coleccionar anécdotas, Navarro intenta explicar con sus libros las aportaciones de cada santo a la fe. «No son lecturas especialmente sencillas ni superficiales y un adulto puede sacarle mucho partido», cuenta el escritor. Por ejemplo, en el caso de san Ignacio, procura «enseñar de una forma muy sencilla qué es el discernimiento».
Para ello se sirve de Lalo, el protagonista del libro. Este niño, escayolado y aficionado a los videojuegos, sirve a los lectores para que empaticen con él y aprendan juntos las enseñanzas del santo. Además, al estar lisiado, «tiene cierto paralelismo con Ignacio de Loyola, que durante su recuperación leía libros de caballerías, los videojuegos de la época».
Harto de jugar a videojuegos mientras sana su pierna rota, Lalo recibe la visita del padre Lecaroz. Este personaje, basado en un jesuita que Navarro conoció en su infancia, le cuenta la vida del fundador de la Compañía de Jesús y, al igual que san Ignacio en su día, el niño acaba dejando de lado las evasiones para seguir el ejemplo de los santos, quienes le animan a ser mejor.
Una cultura a recuperar
Mucha gente suele preguntarle a Navarro por qué escribir vidas de santos con todas las que ya hay publicadas. Él responde: «No hay tantos libros especialmente pensados para niños y con una buena calidad de ilustración». Así, con sus libros infantiles, pretende llenar este vacío en la formación de los más pequeños, quienes «hoy día no reciben vidas de santos».
Pero, en opinión del autor y editor, los adultos también tienen muchas lagunas en este campo y sus libros les pueden ser de gran utilidad. «Es necesario publicar vidas de santos para nuestra propia autoevangelización. Son el mejor modelo que tenemos para ser como Jesucristo, pero los tenemos abandonados», advierte. Algo que, a su juicio, contrasta con el conocimiento del santoral que tienen los ancianos y plantea muchas preguntas sobre cómo «nuestra vida nos está alejando» de esta tradición. «Hay gente mayor que es analfabeta pero tiene una cultura cristiana que nos ayuda mucho a ser humildes con el camino que estamos siguiendo», termina.