Juan Milián Querol: «Se está produciendo una fractura social en Occidente» - Alfa y Omega

Juan Milián Querol: «Se está produciendo una fractura social en Occidente»

José María Ballester Esquivias
Foto cedida por Juan Milián.

Juan Milián practica la política –es alto cargo del PP en Cataluña– y piensa sobre ella. En esta entrevista se centra en la segunda faceta: hace unos meses plasmó el resultado de sus reflexiones en un ensayo –de prosa ágil– titulado El proceso español. Una forma sutil de dar a entender que el deterioro de la convivencia que se ha dado en Cataluña –y que es un fenómeno transnacional– ya se está extendiendo al resto de España. Y no solo por los cauces clásicos del debate público; también en las relaciones personales.

¿Cómo ve a España en 2050?
¡Huy! No tengo la bola de cristal. Pero hay elementos de la situación actual que me preocupan.

Cataluña.
Sí. Su experiencia de los últimos años. Se están reproduciendo en toda España algunos de sus elementos más perniciosos.

Los del llamado procés.
Esa división de la sociedad alimentada y subvencionada desde el poder político, esa degradación de las instituciones públicas, ese cambio cultural hacia cierto cinismo, ese sacrificio de la verdad: da igual que sus líderes mientan…

Eso tiene consecuencias.
Mayor pobreza económica, mayor pobreza moral y una sociedad en la que desaparece toda idea de bien común.

¿El fenómeno parte exclusivamente de Cataluña?
La fractura social se está produciendo en todo Occidente. Ahí está Christophe Guilluy y su tesis sobre la escisión entre élites y clase media; también está el surgimiento de una izquierda identitaria que se olvida de la clase trabajadora. Ha pasado en Cataluña y está pasando en España.

¿Dónde está el origen?
Cuando cae el Muro de Berlín y la izquierda se queda sin relato económico: lo sustituye por la guerra cultural y la política de identidades. Es una manera de fracturar la sociedad de modo artificial, de estresarla y de crear paranoia. Un ambiente que no nos permite vivir en comunidad.

Hablaba de pobreza económica.
Cuando se crea una sociedad en la que el otro es un enemigo y no un conciudadano –en política distinguimos entre adversario y enemigo– se justifica cualquier ruptura del Estado de Derecho. Eso crea inseguridad jurídica, la inseguridad jurídica crea a su vez inestabilidad política y se desemboca en la fuga de miles de empresas.

Y no solo.
Luego hay un coste de oportunidad que no se puede valorar: la inversión deja de llegar y el talento huye. Un éxodo: el de miles de catalanes que se han ido, sobre todo a Madrid. Al final, la mala política afecta a la vida diaria de la gente.

Lo que en su libro llama la asfixia emocional contra el discrepante.
Es tremendo. En Cataluña ahora hay una calma aparente. Pero en los últimos años se he generado una espiral del silencio: tratar de transmitir que la mayoría piensa, en este caso, que la independencia es posible y positiva y cualquiera que discrepe lo más mínimo con esa idea es relegado.

Hasta en las redes sociales, de las que se queja en su libro. Habrá que seguir bregando con ellas.
Cuando hay un cambio en las tecnologías de la comunicación –pasó con la imprenta o la televisión– entran nuevas voces en el debate, generalmente más polarizadas, que rompen la paz social y el statu quo. No tiene por qué ser malo.

Pero en el momento actual…
…están provocando unas cajas de resonancia, independientes unas de otras, donde se acaba viendo al otro como el enemigo. Es una ruptura moral.

¿Se puede reconducir la situación?
En el caso de las redes sociales, como pasó con otras revoluciones tecnológicas, nos iremos adaptando. Lo vemos en los jóvenes, en los que tengo esperanza.

¿Cómo se manifiesta esa esperanza?
Veo que las generaciones mayores otorgan credibilidad a todo aquello que les llega por WhatsApp o Facebook, mientras que los jóvenes muestran sano escepticismo. Saben discernir una noticia. Aquí sí que soy optimista: el efecto de polarización de las redes sociales se va a reducir.