Juan Manuel Santos: «Buscar la paz fue mi prioridad en Colombia» - Alfa y Omega

Juan Manuel Santos: «Buscar la paz fue mi prioridad en Colombia»

El expresidente del país iberoamericano es uno de los 39 premios Nobel que participarán el sábado en un encuentro sobre la fraternidad humana convocado por el Papa Francisco en San Pedro

Victoria Isabel Cardiel C.
El Nobel asegura que lo que más le ha hecho sufrir de su trayectoria política han sido las consecuencias del conflicto armado en Colombia. Foto: Maya Balanya.

Ha sido ministro tres veces, presidente en dos mandatos consecutivos y forjó un acuerdo de paz en Colombia que le valió el Nobel de la Paz. ¿Está satisfecho con su legado?
Ningún presidente puede estar totalmente satisfecho porque siempre, siempre, se habría podido hacer más. Pero, por supuesto, estoy muy satisfecho no solo por haber logrado terminar un combate de más de 50 años con la guerrilla más poderosa del hemisferio occidental, sino por los resultados económicos y sociales en aspectos como la pobreza, la desigualdad, las infraestructuras y la preservación del medio ambiente. Buscar la paz fue mi prioridad, a pesar de que hasta me acusaron de conspirar con la guerrilla y los paramilitares para tumbar a Ernesto Samper. Si miro atrás, doy gracias a Dios por haberme dado la fortaleza para llegar a ser presidente y lograr, entre otras cosas, la paz con las FARC.

¿Qué es lo que más le ha hecho sufrir durante su trayectoria política?
Las consecuencias del conflicto: ver el drama de las víctimas, acudir a los funerales de tantos soldados y policías, expresar mis condolencias a viudas, madres y padres que perdieron a sus seres queridos en la cruel y absurda guerra y se preguntaban por qué los habían matado…

¿Se han cerrado definitivamente las heridas tras más de 50 años de conflicto en Colombia?
No. Cerrar heridas de 50 años de conflicto lleva mucho tiempo. No es algo que sana de un día para otro. Puede tardar varias generaciones. La reconciliación es muy difícil, pero necesaria; se trata de convencer a víctimas de atrocidades que acepten y perdonen a los victimarios. Pero, sin duda, a través de lo que se pactó en materia de verdad, justicia, reparación y no repetición se ha logrado avanzar bastante.

En la encíclica Fratelli tutti el Papa pone en valor el perdón y la reconciliación como elementos que contribuyen a la paz social. ¿Cómo de importantes han sido estos elementos en los acuerdos de paz?
Han sido realmente definitivos. Le cuento una anécdota: varias veces visité al Papa para invitarlo a que viniera a apoyar la paz en Colombia durante las negociaciones y él me decía que rezaba mucho por mí —cosa que, por supuesto, me ponía nervioso, porque si el Santo Padre necesitaba encomendarme a Dios, era porque yo estaba en serios problemas—, pero que él vendría en el momento en el que Colombia más lo necesitara, y así fue. Escogió venir en una visita histórica, después de haber firmado la paz, para empujarnos a dar el primer paso en el largo y difícil camino de la reconciliación. Ese es el camino que estamos transitando, en el que el perdón debe estar siempre presente. El perdón es el único camino para la paz.

¿Cuáles son los mayores escollos para lograr la paz total?
La paz total requiere coraje, perseverancia y mucha paciencia. Si se refiere a la paz total de la que habla el presidente Gustavo Petro, le agregaría que requiere también planificación, rigor y método.

La polarización es un elemento que ha calado en todas las sociedades, no solo en la colombiana. ¿Cuál es el remedio?
Recordar el consejo que dio el primer presidente de la primera democracia, George Washington: «Nunca olvidar ni dejar de actuar con moderación». Esa moderación es la que hace posibles los acuerdos y los diálogos constructivos entre diferentes —y por diálogos constructivos me refiero al arte de dialogar para reconocer y aprender del contrario, no para convencerlo de nuestras propias ideas—. La polarización hace más inefectiva la democracia. La gobernabilidad se vuelve más compleja y resolver los problemas de la gente se vuelve más difícil. Por eso las autocracias están en ascenso. La falta de diálogo con el que piensa diferente es fatal para cualquier democracia.

¿Ha llegado a temer por el proceso de paz desde que dejó la presidencia de Colombia?
Por fortuna, el proceso quedó blindado constitucionalmente y el Gobierno anterior, a pesar de ser crítico, no pudo descarrilarlo. Además, el 95 % de los excombatientes que firmaron la paz siguen comprometidos con ella. La paz es como un arbolito que nunca hay que dejar de cuidar y regar.

¿Cómo ha cambiado la sociedad colombiana tras vivir una guerra civil, con más 450.000 muertos y millones de desplazados?
Hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. Somos una sociedad más reconciliada, que tiene otras preocupaciones diferentes a la confrontación armada. Es innegable que todavía hay demasiada violencia, pero hoy la sociedad colombiana está hablando de otros temas urgentes para el país y la humanidad, como el cambio climático, la lucha contra la pobreza y el desarrollo sostenible.

En este momento en América preocupa sobre todo la situación en Nicaragua. ¿Ve una salida al túnel en el corto plazo?
Desafortunadamente, en el corto plazo no. América Latina y el mundo deben hacer muchos más esfuerzos para que Nicaragua recobre su democracia. Las valientes denuncias de las organizaciones que defienden los derechos humanos y de la propia Iglesia deben recibir el máximo respaldo posible.