Juan Manuel Cotelo: «Lo tuyo tiene perdón, hayas hecho lo que hayas hecho»
El nieto que perdonó a la asesina de su abuela; el ex terrorista que pidió perdón a sus víctimas; el hijo que perdonó a sus padres por golpearle hasta quedar hospitalizado durante años. Estas son algunas de las historias que el director Juan Manuel Cotelo quiere llevar al cine. Ha iniciado una campaña de crowdfunding para conseguirlo
«Invitar a todo el mundo al perdón, especialmente a quienes crean que lo suyo no tiene perdón». Este es el objetivo de la que será la próxima película, titulada El mayor regalo, del cineasta madrileño.
Sobre el tapete, ejemplos límite: El nieto que perdonó a la asesina de su abuela; el ex terrorista que pidió perdón a sus víctimas; el dictador que mostró su arrepentimiento al pueblo; el hijo que perdonó a sus padres por abandonarle y golpearle hasta quedar hospitalizado durante varios años; o el matrimonio aparentemente roto por las infidelidades de ambos y que se pidieron perdón cuando iban ya a divorciarse. Historias que Cotelo e Infinito+1 quieren llevar a la gran pantalla.
Para lograrlo, han iniciado una campaña de crowdfunding. El proyecto verá la luz si se consiguen 100.000 euros en los próximos 32 días.
¿Por qué una película sobre el perdón?
Desde hacía varios me perseguía esta inquietud: «debo hacer algo sobre el perdón, pero… ¿el qué?». La concreción externa llegó, sin yo buscarla, el día en que alguien, en Colombia, me presentó a un grupo de personas que querían pedir perdón públicamente y deseaban hacerlo a través de mí. Habían hecho cosas realmente graves y estaban profundamente arrepentidas. Además, conocí a quienes perdonaban esas ofensas, con un amor puro, incondicional. Más tarde, también de «casualidad», he ido conociendo a otras personas que han pedido perdón o que han perdonado, y que han surgido en mi vida. Detrás de cada uno de esos encuentros «casuales» veo la mano discreta de Dios, invitándome con insistencia a sacar adelante este proyecto de película. Si lo rechazara… no podría decir que rechacé un plan mío, sino que tendría la plena convicción de haber rechazado algo que Dios mismo puso en mi camino, sin yo buscarlo.
Vuelve a ocurrir entonces lo que le pasó con sus anteriores películas…
En toda iniciativa de Evangelización, la iniciativa siempre es de Dios. Y no me refiero sólo al hecho histórico de aquella petición de Jesús, hace 2.000 años, para todos: «Id por todo el mundo y anunciad la buena noticia», sino que desde entonces, cada día, cada nueva iniciativa, es siempre suya. Lo que pasa es que su iniciativa pasa por nuestra aceptación o rechazo de cada propuesta concreta. Estoy convencido de que cuando nosotros pensamos «podría hacer esto…», una iniciativa concreta para anunciar el Evangelio, es el Espíritu Santo quien ha introducido en nuestro corazón ese proyecto. Al orar, podemos preguntarnos: «Esto… ¿es una idea mía… o es Dios mismo quien me invita a ello, con suavidad y elegancia?». Yo juego con Dios a rechazarlo primero… y examino cómo me quedo al rechazar ese plan. Y después juego a aceptarlo, y de nuevo me examino por dentro. La decisión que me dé más paz, ésa es la opción de Dios. Aunque a veces esa paz vaya unida a la percepción de que ese proyecto va a exigir un gran sacrificio. Me fío de que los planes de Dios siempre dan paz al alma.
¿Cuál es la historia de reconciliación que más le ha impresionado?
Hoy llevo todo el día dando gracias a Dios por una historia que conocí ayer: un matrimonio aparentemente roto por las infidelidades de ambos, y por muchos problemas económicos que ellos mismos se provocaron con su odio… que cuando ya iban a divorciarse, se pidieron perdón mutuamente, a raíz de unos ejercicios espirituales, en los que aconteció su transformación interior. Ayer me escribieron para contármelo, ofreciéndose a compartir su vida con todo el mundo, a través de la película.
¿Qué le gustaría lograr con la película?
El objetivo está clarísimo: invitar a todo el mundo al perdón, especialmente a quienes crean que lo suyo no tiene perdón. Es muy frecuente que alguien piense «lo que yo hice, no tiene perdón»… o «lo que me hizo esa persona, no tiene perdón». Incluso he conocido a personas que afirman con dureza: «eso no tiene perdón de Dios». Deseo que los espectadores de esta película reciban una invitación llena de esperanza: lo tuyo tiene perdón, sea lo que sea.
Anímate… da el paso que estas personas ya han dado… hazte a ti mismo y a los demás el regalo del perdón… atrévete a experimentar de nuevo aquella paz que hoy crees perdida para siempre. ¡Vuelve a ser feliz!
Tras Footprints anunciasteis que a partir de entonces donaríais parte de la recaudación de vuestras películas a Cáritas. ¿Lo volveréis a hacer con El mayor regalo?
A Cáritas o a cualquier otra institución que se dedique a ayudar a los más necesitados. Por mucho que demos, siempre será poco. Pero en la ayuda a los demás, nunca hay poco. A veces nos ponemos esa excusa, para no ayudar: «es que, como es poco… entonces no doy nada, porque es tan poco…». No hemos de pensar así. Porque sumando muchos pocos, es como se logran los grandes fines y porque, además, dar un vaso de agua a un sediento no es poco, es mucho.
¿Cuándo la podremos ver en los cines?
¡No corramos tanto! Lo primero es tener el dinero para hacerla, lo segundo es hacerla… y por último distribuirla. Vamos a recorrer este camino, pasito a pasito, sin confiarnos y sin celebrar nada antes de tiempo. Las previsiones generan ansiedad, al menos a mí. Desde que tengamos el dinero para poder hacerla, lo normal es que necesitemos un año completo para producirla. Después, la campaña de distribución depende de conseguir salas en cada país. A veces es un proceso rápido y otras veces lleva años lograrlo. De hecho, aún seguimos estrenando Tierra de María (ya llevamos 27 países, en 3 años) y en este momento tenemos propuestas para estrenar La última cima en algún otro país, 6 años después de haberla estrenado.
¿Por qué el perdón es el mayor regalo?
Un regalo, por definición, es algo que se entrega por puro amor, sin esperar nada a cambio. Los regalos no se merecen, porque entonces serían premios, no regalos. Ningún regalo es tan puro como el perdón, porque se entrega sin condición alguna, e incluso cuando el destinatario ni siquiera desea ser perdonado. Así es el perdón de Dios: nos perdona, incluso si nosotros rechazamos su perdón. Nos perdona, incluso antes de que le ofendamos. Recibir el perdón nos hace humildes y agradecidos. Y rechazar el perdón, nos convierte en seres soberbios, que rechazan el amor puro.
¿Hace falta perdonarse más?
Hace falta perdonarnos todo, a todos. Sin límites. Hemos de ser conscientes de nuestra fragilidad. No somos robots que podamos programar con la simple introducción de un código ético en nuestro disco interno. No basta con querer hacer el bien, para hacerlo. Somos frágiles, somos inconstantes, somos pecadores. Saberlo, nos permite vernos unos a otros con ojos de misericordia. Hoy me toca perdonar… hoy me toca pedir perdón. ¿Cuándo y cuánto? Siempre y todo, hasta el último día. Porque soy frágil y, el otro, también lo es. Nuestra esperanza viene de haber recibido una fuerza realmente sobre-humana para superar nuestra fragilidad. Esa fuerza es la ayuda de Dios. Jesucristo no vino a darnos buenos consejos, ni buen ejemplo, sino a ser Él mismo nuestra fuerza, todos los días, hasta el fin del mundo.
Hasta tal punto su encarnación fue necesaria y no sólo conveniente, que dice: «Sin Mí, no podéis hacer nada». Sin Dios, es imposible superar nuestra fragilidad y la fragilidad ajena. Porque de modo natural, todos encontramos nuestro límite, esa barrera que nos supera. Y por eso, decimos: «¡yo por ahí no paso, hasta aquí hemos llegado!». En cambio, con la ayuda de Dios, realmente podemos superar cualquier herida, por imposible que parezca. Por tanto, no es que debamos perdonarnos más, sino que hemos de perdonarnos todo, siempre… y pedir esa fuerza que nos supera, al Cielo. Este ejercicio no es en absoluto traumático, es completamente liberador y gozoso.