Juan Carlos López: «Es un mito que la ciencia y la fe sean contradictorias»
Esta semana comienza el III Congreso Internacional de la Sociedad de Científicos Católicos, que tendrá como invitado especial al jesuita investigador del Observatorio Astronómico Vaticano, David Brown, y tratará, por ejemplo, cómo evangelizar desde la ciencia
Organizado por la Universidad Católica de Ávila y la Sociedad de Científicos Católicos de España, este congreso tendrá lugar desde el 19 al 21 de septiembre en formato presencial y virtual. Un espacio de diálogo y reflexión sobre el que hablamos con Juan Carlos López, profesor y miembro del comité organizador.
¿Cuáles son los objetivos de estas jornadas?
Fundamentalmente dar a conocer a la sociedad que la ciencia y la fe no solo no son incompatibles, sino que incluso son complementarias. En la edad media se hablaba de que Dios había escrito con dos libros: la Biblia y la creación, y que a Dios se le podía conocer a través de ambos libros. La tradición de esos dos libros se ha mantenido durante toda la edad moderna, incluso científicos tan importantes como Heisenberg, un premio Nobel por sus trabajos en mecánica cuántica, hablaba de que la naturaleza es el segundo libro de Dios, y que estudiando la creación se puede llegar también a conocer a Dios. Nuestra idea es mostrar a la sociedad que la idea de que la ciencia y la fe son contradictorias e irreconciliables es un mito. La realidad muestra cómo ha habido miles de científicos católicos, o con otra fe, en los que el hecho de ser cristianos no les ha impedido hacer una investigación de primer nivel. Por ejemplo, Mendel y Copérnico eran sacerdotes o Lemaître, quien propuso la teoría del Big Bang, era sacerdote jesuita.
Sin embargo, el diálogo entre ciencia y fe viene de lejos. ¿Qué se pueden aportar la una a la otra?
La ciencia aporta evidentemente un conocimiento de la creación. Es decir, la creación emana de Dios; Dios es el responsable de todo lo que existe en el universo y conocer esa creación ayuda a conocer a Dios. Y la fe aporta una confianza, por así decirlo, en que el universo tiene una lógica. Si Dios no existiera, si el universo hubiera surgido por sí solo, entonces el universo no tendría ningún sentido. Es precisamente la conciencia de que Dios ha creado el universo, la que le da un sentido al propio universo y la que le da un fundamento a la propia ciencia de que realmente existe la verdad y que podemos buscarla y conocerla. Si no existe esa verdad, no podemos conocerla.
¿Cuál es el papel concreto del científico católico?
Por un lado, tiene el papel de ser un científico y de ser un buen científico. Esta es su primera obligación. Es decir, el hecho de ser católico en este caso aporta un plus, pero no le quita trabajar usando el método científico y buscando esa verdad. Partiendo de esa idea, el papel que tiene el científico católico es el de establecer esos puentes; mostrar, por un lado, a los católicos que no son científicos, lo que dice la ciencia y cómo eso Ilumina la fe. Y también al revés; mostrar a los científicos que no son creyentes cómo la fe no está en contradicción con la ciencia, sino que es un apoyo y un soporte.
¿Qué temas se van a tratar en este congreso?
El programa de las jornadas es muy variado. Se va a hablar, por ejemplo, de la Biblia y los metales, de los científicos católicos en el Siglo de Oro o de cómo se puede evangelizar desde la ciencia. También va a haber, por ejemplo, una sesión sobre cambio climático. Vamos a contar con la presencia de Stephen Barr, que es el presidente y fundador de la Sociedad Internacional de Científicos Católicos y nos va a hablar sobre si la conciencia humana se puede reducir a la física o hay algo más. Hablaremos también sobre qué puede aportar precisamente un científico católico al anuncio del Evangelio o sobre la ciencia y la sábana santa, y además tendremos como invitado a David Brown, un jesuita investigador del Observatorio Astronómico Vaticano, que es uno de los observatorios astronómicos más antiguos del mundo.
La Sociedad de Científicos Católicos se creó en 2016 como un espacio de diálogo y reflexión. ¿Cuáles han sido las principales líneas de actuación desde entonces?
La verdad es que ha tenido un despegue meteórico porque en estos ocho años se ha pasado de que el fundador Stephen Barr tuviera la idea, la comentara con algunos amigos y la pusieran en marcha, a estar presente en unos 60 países y tener más de 2300 miembros. En España hay 150 miembros, es el segundo país del mundo con mayor número. La verdad es que está logrando hacerse un hueco a nivel internacional y de España en este campo, buscando ese diálogo entre la fe y la ciencia.