Estos últimos años han sido un verdadero impulso para el papel de los jóvenes dentro de la realidad pastoral de la Iglesia. El Sínodo, celebrado hace casi dos años, sigue resonando en todos los ámbitos pastorales: la necesidad de un mayor protagonismo de los jóvenes, que empieza por una escucha directa y real de sus inquietudes; que continúa con un diálogo fluido y que lleva consigo un comprenderles y estar a su lado, especialmente con aquellos que están en un «camino hacia la lejanía» y que son una gran parte; la necesidad de un acompañamiento coherente, y para ello la necesidad de fomentar una cultura del acompañamiento, creando y potenciando Escuelas de Acompañamiento; el promover procesos formativos que ayuden a crecer en su llamada a ser, desde ya, corresponsables en la tarea de la evangelización; ayudarles a que despierte con fuerza en su día a día, como ya nos están mostrando, que son los primeros y verdaderos evangelizadores para otros jóvenes; promover nuevas formas de comunicación, cercanas a ellos, para, como nos dicen, «poder hablar en el mismo idioma».
«La fe no solo es testimonio, sino también obra. Hago mía la frase de santa María Micaela, y es que tenemos que hacer la felicidad de los que nos rodean para hacer la nuestra. Solo así encontraremos el sentido a la vida, encontrarnos con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Tenemos que vivir una fe basada en el amor y en el perdón, saber sacar lo positivo de nuestros hermanos y ayudarles a superar aquello que les aflige».
Todo este camino en el que estamos nos está fortaleciendo como Pastoral con jóvenes en España, y ayudándonos a poner el acento en varias cuestiones que son fundamentales: la búsqueda y la necesidad de la comunión y la coordinación entre las distintas realidades que trabajamos en ello: diócesis, movimientos, congregaciones, institutos seculares; el acoger las propuestas concretas que desde Christus vivit, junto con todo el proceso sinodal, nos empuja a reconocer en los jóvenes el «ahora de Dios», como nos dijo el Papa Francisco en Panamá, y eso nos abre a la esperanza, propio de jóvenes que no quieren ser conformistas y quieren dar lo mejor de sí mismos para llevar consigo un cambio en la sociedad de hoy, aportando un «aire fresco», necesario también en nuestra Iglesia; cuestiones tan fundamentales que han sido retomadas a través del sínodo «de los jóvenes»: como la sinodalidad, Pueblo de Dios en camino, la metodología del discernimiento, la necesidad de una comunicación más fluida y entendible para ellos y que conlleve un mayor diálogo, el reconocer una Iglesia acogedora, misericordiosa, Madre; un esforzarse por llegar a todos. Todos estos siguen siendo retos en los que seguimos trabajando, pero en un camino con los jóvenes. Escuchémoslos atentos.
«Hace seis años me convertí en el Camino de Santiago. A partir de ese momento me incorporé a la parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Campamento, donde tuve claro desde el primer momento que quería seguir creciendo en la fe y dar continuidad a mi encuentro. Me ofrecie- ron ser catequista, y a día de hoy sigo en esta misión dando catequesis de confirmación. Para mí crecer en la fe está ligado a renovar mi encuentro personal con Cristo y a aprender acerca de su vida y la Iglesia. Además, recientemente se me ha dado la oportunidad de trabajar con las Hermanas Hospitalarias en la Pastoral Juvenil Vocacional. Como joven me siento afortunada de poder hablar de Cristo a otras personas que buscan la Verdad y no se conforman».
Artículo publicado originalmente en conferenciaepiscopal.es