Joven nicaragüense: «No tengo miedo a dar la vida por mi país»
Luisa, nombre ficticio porque tiene que mantenerse en el anonimato, narra en Alfa y Omega el deterioro de la democracia y la paz en Nicaragua
Álvaro Conrado tenía solo 15 años cuando fue asesinado de un tiro en el cuello mientras trataba de llevar agua a los chicos que protestaban en Nicaragua contra la reforma de la Seguridad Social del Gobierno de Daniel Ortega. Hubo otros jóvenes que fueron encarcelados por prestar este mismo servicio. Así que Luisa –nombre ficticio– sabía perfectamente a lo que se exponía cuando, «cada mañana, metía en mi mochila unas botellas de agua y unos paquetes de galletas para dejárselo a los chicos que estaban en los tranques (barricadas) de camino al trabajo», recuerda.
La entrega se hacía de forma discreta. «La mujer de Ortega, Rosario Murillo, había establecido los CPC (Consejos del Poder Ciudadano), que se dedicaban a vigilar cada barrio y a informar a la Policía si te veían entregando víveres a los jóvenes amotinados», asegura. A la joven esta posibilidad le daba pánico. Y no es para menos. «Muchas de las chicas que en ese momento fueron detenidas, fueron violadas. Había algunas que desaparecían hasta dos o tres meses y, cuando las dejaban salir, lo hacían sin poder hablar a causa de los traumas psicológicos que tenían por culpa de las torturas recibidas».
Luisa también tenía miedo por su familia, porque, «si te cogen, no solo van a por ti. Yo no tengo miedo a dar la vida por mi país. Pero es que van a por toda tu familia». Un compañero, que había participado junto a ella en varias manifestaciones, lo sufrió en carne propia: «Unos paramilitares entraron en su casa por la noche y la desmontaron por completo. Él estaba durmiendo junto a su mujer y sus hijos. Tuvo que salir por la puerta de atrás y, después, huir del país. Dos semanas después su esposa e hijos tuvieron que abandonar Nicaragua porque estaban siendo perseguidos».
De igual modo, la joven vive fuera de su país natal, aunque reconoce que su salida «no fue por una persecución directa, como sí ha ocurrido en el caso de cientos de miles de compatriotas, sino por un deterioro en las condiciones pacíficas del país, y porque me casé y a mi esposo le ofrecieron un trabajo en el extranjero». Desde entonces, Luisa no ha regresado al país. «Puedo hacerlo. No tengo ninguna causa pendiente. Pero, si regresas, estás abocado al silencio debido a todas estas amenazas».
En cualquier caso, la joven sigue muy de cerca lo que ocurre en el país. Su madre y su hermano todavía viven allí y tiene, por lo tanto, información de primera mano: «Ayer precisamente le quitaron la personalidad jurídica a 25 ONG en Nicaragua, una de ellas destacada en el tema del medio ambiente. Lo hacen porque muchos afines a Ortega tienen negocios ilícitos en madera. Están sacando recursos de las reservas naturales. Y todavía hoy siguen más de 100 presos políticos en las cárceles».