José Luis Mayo sigue montando belenes: «Es un veneno que no me lo puedo quitar»
Da igual cómo sea el belén, lo importante es poner uno. Lo repite varias veces el belenista José Luis Mayo a los asistentes a un encuentro con él en la basílica de San Miguel tras montar la edición de esta Navidad
A sus 82 años, José Luis Mayo continúa incombustible haciendo y montando belenes. «Es un veneno que no me puedo quitar», reconoce para Alfa y Omega nada más vernos en la basílica pontificia de San Miguel, donde acaba de terminar el montaje del belén para esta Navidad de 2023. Una estructura modular de 7×3 metros (21 metros cuadrados) situada en la capilla derecha más cercana al presbiterio, que se hizo expresamente para la basílica y que este 2023, por primera vez, ha sido comentado por su autor en una visita pública extraordinaria.
Mayo reconoce con sencillez que «la creatividad no me falta». Y la inspiración tampoco. «Estoy acostado, de pronto me despierto con una idea, tomo el apunte y lo paso al barro». Su proceso creativo no tiene una pauta concreta. Cuenta que sabe lo que va a hacer («una Virgen, un san José…»), pero no el resultado final. Él se pone a modelar y el Espíritu Santo a soplar. «Yo no pienso, solo hago. Quiero llevar a la gente algo que le llegue». En modelar las figuras tarda dos días, tres o una semana, depende del modelo —los Reyes Magos llevan más tiempo— «y de cómo me pille». Una vez hecho el modelo, se cuece el barro a 950 grados —«aquí no hay máquinas», puntualiza—. Después se pasa a pintura.
Para el belén de San Miguel, Mayo creó varias piezas únicas: la Natividad, el pastor primero que está adorando y los ángeles. Son las llamadas figuras a palillo, las originales, que además proporcionan mayor libertad en los movimientos de las telas. El resto son de serie, «aunque cuando modelo la pieza me da igual, cada vez que la cojo es como si fuera nueva. La diferencia es que de la original no se hace molde». En este sentido, Mayo recuerda cuando una vez robaron una de las figuritas del belén del Ayuntamiento de Madrid (lo hizo en el año 2003) y tuvo que repetirla. «No te sale igual». Ríe cuando afirma que «soy incapaz de copiarme ni a mí mismo». Eso sí, la pieza «primero me tiene que gustar a mí, en eso soy muy egoísta; y si no, la tiro».
Figuras más humanas
El belenista cuenta que «rompí con la tradición de belén típico, el murciano o el de Olot», para configurar su estilo propio y característico: figuras hebreas, sencillas, con «caritas más humanas que lleguen a la gente» y con movimiento, «porque un herrero con un martillo en la mano no va a estar con el manto puesto» si está trabajando… O, se pregunta, «¿cómo iba a estar la Virgen de rodillas, como se representaba antes en las piezas de cacharrería, cuando llevaba cien kilómetros andados y estaba recién parida?».
Sobre los ropajes, Mayo juega mucho con las láminas finas de barro que va añadiendo a la figura. «Primero la hago desnuda y luego, con pequeñas planchas de barro le voy dando el movimiento a la tela». Despeja así la duda: Mayo no usa tela encolada: solo para algunas cortinas de las construcciones, que también hace él. En un belén nunca debe faltar, en su opinión, la Natividad («y además, que se vea»), los Reyes Magos y la anunciación a los pastores. Después, podrá haber más o menos pastores, el empadronamiento, la búsqueda de posada…
Por su parte, en el diseño del montaje hay que tener muy en cuenta las proporciones. Así se facilitará la perspectiva y la profundidad. Las figuras más grandes deben estar en primer plano, y las más pequeñas, más alejadas. Se puede jugar con los espejos en el interior de las cuevas para hacer rebaños de corderos más numerosos si hay falta de espacio. También completar todo con corcho —«antes se usaba escoria porque salía más barato»—, poniéndolo «con cierta gracia». O llevar elementos del paisaje del entorno al belén: en Madrid, la sierra; en Barcelona, las iglesias románicas; en Murcia, las huertas…
Si el portal es muy alto, un truco es ponerle un pajar bajo el techo. Recomienda que la iluminación sea tenue, imitando las velas y candiles que se usaban antiguamente, y que «el chorro de luz se dirija hacia el tema central, que es Cristo, la Luz». Y, por último, el musgo. Mayo reconoce que para todo el diseño trabaja sin boceto, porque le ha pasado tantas veces que «al final se ha ido al garete…». «Veo el espacio y voy haciendo sobre la marcha; cuando pones un corcho ya te va pidiendo el siguiente».
En definitiva, el belén es «una obra de arte» que, aunque todos los años sea igual, cada vez es distinto. «Siempre descubres algo diferente, como pasa con los cuadros». Y aunque ya no haya espacio como antes, o no se tengan muchas figuras, o uno se vaya haciendo mayor, «lo importante es poner el belén», sea como sea; pero que haya belén en casa, porque «una Navidad sin belén…». Aquí, el artista no se vanagloria. «Como ser humano, te encanta que guste tu obra; estás haciendo algo que a ti te gusta y que le hace feliz a mucha gente, con lo cual es una doble satisfacción». Pero Mayo sabe que «es un don que te da el de arriba, y lo aprovechamos».
«Embobado» con los belenes
Nacido en Toledo pero residente en Madrid desde los 11 años, José Luis Mayo siempre tuvo una querencia hacia los belenes desde pequeñito —«de siempre, en la parroquia me quedaba embobado»— que se afianzó cuando, a los 14 años, empieza como aprendiz en el taller del artesano murciano José Oliva Nicolás. Su paso por diversos talleres escultóricos le va perfeccionando en las técnicas del modelado y la escultura, el vaciado de figuras, el repaso de ceras, la fusión de metales o la matricería. En 1970, Mayo ya tiene su propio taller en Algete, en el que empieza a tallar imágenes de Cristos y Vírgenes, y también figuras para nacimientos.
En 1983 y 1984 recibe el primer y segundo premio, respectivamente, del I y II Concurso de Figuras de Nacimiento organizado por el Ayuntamiento de Madrid, la entonces CajaMadrid y la Asociación de Belenistas de Madrid. Es entonces cuando el taller de arte religioso de Mayo se afianza y asienta. A partir de entonces, no ha dejado de trabajar para dentro y fuera de España.
«Aquí está para que lo disfrutéis y os haga meditar», concluye Mayo su explicación a la presentación de su belén de San Miguel, que tiene dos particularidades muy suyas. La primera es la mujer que se asoma a la tienda sobre el camello que va tras el rey Melchor. Una beduina, apunta el artista, porque no sería descabellado pensar que para un viaje tan largo fuera una caravana de hombres y mujeres. La esposa, sostiene el rector de la basílica, Juan Ramón García-Morato, que querría acompañarlo en un viaje, ríe, hacia no se sabía adónde ni de cuánto tiempo.
La otra singularidad es la incorporación de una figura de san Josemaría Escrivá con unos niños junto al portal. Reconoce Mayo que cuando le pidieron que la incorporara no tenía muy claro cómo hacerlo. Hasta que pensó en el fundador del Opus Dei —que celebró sus primeras Misa al llegar a Madrid en la basílica— dando una catequesis sobre el belén a unos niños. La basílica de San Miguel ha programado visitas guiadas al belén todos los días hasta el 4 de enero bajo inscripción a actividadesbsmiguel@gmail.com.