Congreso de Laicos: «La presencia pública no es optativa en nuestra fe»
Abordamos el cuarto itinerario del Congreso de Laicos a través de tres experiencias: la de un concejal del Ayuntamiento de Madrid, la de un director de colegio público en un barrio desfavorecido de Málaga y la de una comunidad de aprendizaje de CVX para fomentar el diálogo cívico ante tensiones sociales como las que han surgido en los últimos años en Cataluña
El último itinerario que se propondrá en el Congreso de Laicos Pueblo de Dios en Salida, que comienza el viernes 15 de febrero, tiene que ver con el testimonio cristiano en medio de la sociedad. Una presencia pública que, según afirma José Fernando Almazán, que coordina esta área del congreso, «no es optativa para nuestra fe». Y supone estar dispuestos a dar explicaciones de por qué creemos «en el amor desinteresado y a fondo perdido; en la misericordia y en la justicia; en la vida digna de principio a fin; en el trabajo digno; en el destino universal de los bienes; en la erradicación de la pobreza; en la paz…».
Se trata –continúa–, de dar respuesta a la llamada de Jesús a ser levadura en medio de la masa. Y por ello durante el congreso se escuchará con fuerza el eco de esta invitación a través de 40 iniciativas agrupadas en diez líneas temáticas. Experiencias que abordan el compromiso en la política o en el trabajo, con la familia y la vida, con las personas en situación de pobreza, con lo migrantes, con el cuidado del planeta, en la educación, en la economía y el consumo, en la transformación de la realidad a través del pensamiento y en los medios de comunicación. Habrá personas que den testimonio de su compromiso en la vida pública e proyectos de grupos, movimientos y diócesis. El objetivo es «despertar inquietud» entre los laicos, inspirarlos y animarlos a poner en marcha iniciativas en este sentido o a dar un paso hacia adelante en la vida pública.
Así lo hizo José Luis Nieto, doctor en Biología y hoy concejal en el Ayuntamiento de Madrid por la formación política Más Madrid. Su primer compromiso surgió en la parroquia, donde pasó de ser uno de los chicos de los grupos juveniles a encargarse de ellos. Años después, se implicaría en el AMPA del colegio de sus hijos en Carabanchel, donde estuvo sirviendo durante nueve años como presidente y también como secretario, y donde su dedicación generó más de una vez la pregunta de la motivación: cristiana en su caso. Fue también presidente diocesano de la HOAC, organización en la que milita desde principios de los 90, en el seno de la que fue acrecentando su interés por la cuestión sociopolítica.
Tras esta experiencia en el ámbito eclesial, profundizó en su compromiso político y, por ello, se enroló en Equo. Eran los tiempos de la crisis económica, del movimiento del 15M… En la formación verde se encargó en los primeros años de coordinar el grupo de Educación en la Comunidad de Madrid y, fruto de ello, fue el programa electoral de su formación para las elecciones autonómicas de 2015, en las que se integró dentro de las listas de Podemos, aunque no en un puesto de salida. Ese mismo año, en octubre, fue elegido vocal vecino en la Junta de Distrito de Carabanchel, donde estuvo hasta que le hicieron la propuesta para integrar la candidatura de Más Madrid al Ayuntamiento de la capital, donde ahora trabaja como concejal con plena dedicación.
En conversación con Alfa y Omega, reconoce que la militancia en la HOAC fue determinante para su compromiso sociopolítico y, dentro de ella, el plan básico de formación política, que «le sirvió para despertar de manera más clara esa vocación». Esto y el convencimiento de que se pueden hacer muchas cosas para el bien de la sociedad. «Hay tantas cosas que cambiar… Y alguien tiene que hacerlo», afirma. En su opinión, cree que tiene que haber una mayor implicación de los cristianos en la vida pública: «Muchos cristianos desvinculan las creencias de lo que acontece en la sociedad». Si bien reconoce que no es fácil dar el paso: «A mí, si me lo preguntan hace diez años, no sería capaz. Pero hay que actuar con fe y seguro de que yo solo no puedo. Sí, tengo a mi equipo, a mi familia… pero tengo a Dios que me ayuda en los miedos y las tribulaciones de todos los días». Según Nieto, los cristianos tenemos el mejor modelo, pues «Jesucristo es un ejemplo de presencia social». «Estuvo haciendo una gran labor, encontrándose con la gente, restañando heridas…».
Compromiso con los pobres
Como José Luis Nieto, Patxi Velasco, también conocido como Fano en su faceta de dibujante, está comprometido en el ámbito público desde su identidad cristiana. En su caso, con las personas en situación de pobreza. Y lo hace a nivel personal y profesional. Es director del colegio público María de la O del barrio de Los Asperones en Málaga, una zona de realojamiento de casas prefabricadas donde viven personas de etnia gitana. Era una solución de emergencia para tres años y esta Navidad han cumplido 33. Allí viven 288 familias y más de mil personas en situación de pobreza y, en muchos casos, también de hacinamiento.
Patxi Velasco lleva 15 en el barrio. Primero como profesor de Religión, luego como profesor terapéutico y ahora como director del centro. «Siempre digo que mi vida es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Como padre de familia, como marido y como maestro, aunque mi claustro no pueda empezar así porque estoy en un colegio público. Pero están presentes los criterios evangélicos de justicia, bien común, fraternidad…», explica.
Su labor en el barrio no la desarrolla solo: trabaja con congregaciones religiosas como los maristas o los salesianos, con los Misioneros de la Esperanza (MIES) y también con entidades no religiosas. Es un proyecto común que se sustenta en tres patas: la asistencia (reparto de alimentos), la promoción (educación y programas de empleo) y la denuncia. Sobre este último aspecto, añade: «Existe la Málaga de los Goya, la de Antonio Banderas o la de Picasso, pero también hay que poner luz a una realidad oscura y difícil como la que se vive en Los Asperones», explica.
Para Velasco, el ser cristiano tiene muchas implicaciones, sobre todo, con los más pobres. «Este es nuestro sitio; es la realidad del Evangelio. No se puede ser cristiano solo un ratito en la parroquia». Y añade que la propuesta de Jesús ante los más pobres no tiene que ver solo con la ayuda, sino con «ser amigos de ellos, con invitarles a tu cumple». «Esto es más difícil que darles de comer», añade.
Pensamiento transformador
Situaciones complicadas, aunque a otro nivel, son las que se abordan en una propuesta novedosa de transformación de la realidad propuesto por la Comunidades de Vida Cristiana (CVX) en España. Se trata del Proyecto de Diálogo Cívico, que se inserta dentro de una de las líneas apostólicas de este movimiento laical ignaciano: la sociopolítica.
En la reflexión sobre esta realidad hace ya más de tres años surgió la pregunta de qué podía aportar la espiritualidad ignaciana ante conflictos tan concretos con el de Cataluña y ante las distintas sensibilidades en torno a la vertebración de España. «Vimos que era necesaria una aportación, no para calentar el ambiente desde la lógica política, sino para avanzar en el diálogo en aquellas realidades que generan daño, frustración o dolor, sean de un lado u otro», explica Eduardo Escobés, presidente de CVX España.
Así, desde hace año y medio, está funcionando una comunidad de aprendizaje formada por 16 personas de distintos lugares y con sensibilidades políticas e identitarias diversas. El objetivo: abordar las realidades de tensión presentes en la sociedad. Evidentemente, se ha tratado el problema catalán, pero también las distintas opciones ante la diversidad sexual, las diferentes maneras de entender las políticas sociales y económicas, la organización de un barrio o de un entorno eclesial. Se reúnen cada dos o tres meses –la última fue el pasado fin de semana– generalmente en Madrid, aunque en septiembre del año pasado lo hicieron en Barcelona. Y se trabaja, según Escobés, «desde la lógica de los ejercicios espirituales de san Ignacio, desde el encuentro con Jesús que nos acompaña y nos da pautas para entrar en el diálogo; un diálogo desde el discernimiento».
Esta experiencia ya está teniendo impacto en las diferentes comunidades locales, pues cada uno de los participantes tiene el encargo de provocar espacios de escucha y diálogo para el discernimiento en torno a algún conflicto, y de proponer técnicas y herramientas para abordarlo. Además, cuando termine el pilotaje del proyecto, se realizará una publicación que servirá para ofrecer esta experiencia a otros, en entornos eclesiales y también fuera. «La espiritualidad ignaciana y el ser creyente aportan la capacidad de discernir sobre cuestiones que nos tensionan en todos los campos. Nuestra vida de fe puede aportar algo en el entorno social y político», concluye.