José Antonio Satué: «La misión de la Iglesia no se reduce solo al terreno religioso»
Llega como obispo a Teruel y Albarracín tras una amplia trayectoria en Huesca y en el Vaticano con el clero. Le gusta montar ordenadores y jugar a la Play con menores no acompañados
Estudió Electrónica Industrial y le apasiona la tecnología. ¿Tenía un plan distinto antes del sacerdocio?
A los 14 años, aunque no descartaba la posibilidad de ser cura, comencé estudios en Electrónica. Después, la experiencia de vida me llevó a descubrir la llamada al sacerdocio. No obstante, aunque no soy muy hábil, todavía me gusta cacharrear: arreglar aparatos estropeados, montar ordenadores, etc.
Su nueva diócesis sufre una gran despoblación. ¿Va a implicarse en la reclamación de derechos y servicios para la España vaciada?
La Iglesia tiene conciencia de que su misión principal es dar testimonio del amor de Dios. Sin embargo, no reduce su misión solo al terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales. La diócesis continuará con su empeño de hacerse presente en la realidad de sus pueblos y apoyando las iniciativas que contribuyan a paliar la despoblación y a mejorar la vida espiritual y material de los turolenses.
En Huesca fue durante muchos años delegado de Medios de Comunicación. ¿Cómo se lleva con la prensa?
En una diócesis pequeña no hay lugar para la especialización. Toca hacer de todo. Empecé a trabajar en los medios con el prejuicio de que la prensa está al acecho de la Iglesia. Poco a poco, comencé a distinguir entre la prensa en general y los periodistas concretos, mujeres y hombres que tienen sus problemas, sus agobios, sus esperanzas. Con algunos hice buena amistad y aprendí mucho.
- Nació en en Huesca el 6 de febrero de 1968
- Estudió Electrónica Industrial en el Instituto Politécnico de Huesca
- En 1987 ingresó en el seminario de Zaragoza
- Fue ordenado sacerdote el 4 de septiembre de 1993
- Se licenció en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana
- Era, desde 2015, oficial de la Congregación para el Clero, en el Vaticano
- El 16 de julio se hizo público su nombramiento como nuevo obispo de Teruel y Albarracín
Tiene un blog de oración con el Evangelio de cada día. ¿Da frutos?
Los frutos no son fáciles de medir en ningún caso. Lo que sí puedo comentar es que, a pesar de sus límites, tiene muchos seguidores y se asoman personas que jamás entrarían en una iglesia.
En 2015 le llamaron de la Congregación para el Clero. ¿Cómo es trabajar en el Vaticano?
Se trata de un trabajo que, aunque tenga su finalidad pastoral, exige muchas horas de oficina. Esta circunstancia me ha resultado pesada en algunos momentos. He conocido mejor a la Iglesia universal, con sus miserias y su incalculable riqueza.
Ha estado en los años de la elaboración de la ratio, el plan de formación para los futuros sacerdotes. ¿Cómo valora su implantación?
Hay muchos elementos de la ratio que están favoreciendo la renovación de la vida del clero y, por tanto, de la Iglesia. Por ejemplo: la atención a la dimensión humana en el conjunto de una formación integral; la implantación de la etapa propedéutica; la necesidad de cultivar la formación permanente, y la llamada a los formadores a seguir cuidadosamente el itinerario de cada seminarista.
Ante el descenso de vocaciones, ¿habrá menos seminarios, pero con comunidades más grandes?
Hemos de priorizar la pastoral juvenil y vocacional, dedicando los recursos personales y económicos necesarios, porque Dios sigue llamando y porque la Iglesia precisa de buenos pastores. Además, es necesario apostar por seminarios que dispongan de suficientes candidatos, profesores bien preparados y formadores que puedan dedicarse a los seminaristas en exclusividad. Hoy pocas diócesis pueden garantizar estos requisitos básicos y, por tanto, la Iglesia universal recomienda, en este momento, la promoción de los seminarios interdiocesanos para favorecer la calidad de la formación, sin descuidar la vinculación con la Iglesia diocesana.
En Roma colaboró en Casa di Marco, un centro para menores no acompañados de los jesuitas.
Surgió en mis tiempos de estudiante. Ha sido un apostolado silencioso. La mayor parte de los chicos son musulmanes y, al principio, teníamos dificultades para comunicarnos. Una o dos veces al mes iba a la casa de acogida por la tarde, para cenar y fregar la vajilla con ellos, jugar un rato al futbolín o a la Play y estar pendiente durante la noche. Se trataba de acompañar la tristeza de los recién llegados, alejados de su familia, sus costumbres y su tierra, además de compartir los avances en su vida. Me da una pena inmensa que, en general, no se les trate como personas y que se les utilice en función de los intereses políticos.