José Antonio Luengo: «El acoso escolar es una suerte de enfermedad social»
El miembro de la Unidad de convivencia de la Comunidad de Madrid afirma que la solución a esta lacra pasa por dar protagonismo a los jóvenes
José Antonio Luengo sabe de lo que habla cuando se le plantean temas como el acoso escolar —el pasado martes se celebró en España el día contra esta lacra— o la salud mental de niños, adolescentes y jóvenes. Es experto en Psicología Educativa, catedrático de Educación Secundaria, miembro de la Unidad de convivencia y contra el acoso escolar de la Comunidad de Madrid y decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
¿Cuál es la fotografía del acoso escolar?
Según los informes de la Comunidad de Madrid, la prevalencia del acoso escolar se sitúa entre un 3 y un 5 %. Sigue siendo uno de los retos del sistema educativo. Es un fenómeno sistémico, muy ligado a la facilidad con la que se accede a conductas y a comportamientos violentos que muestran una manera de estar en la vida.
¿Aumenta o desciende?
No se objetiva un incremento, pero tampoco hay un descenso significativo. Está estable. Las nuevas formas de acoso, a través de la tecnología, son más dañinas.
¿Por qué?
En el mundo analógico lo puedes detectar si te lo cuentan o lo ves. Puede ser la víctima, un profesor, los compañeros o los padres. En internet se borran las pruebas o no se pueden acreditar y el maltrato se produce a cualquier hora del día y de la noche.
¿Dónde hay que invertir?
En prevención. Con ella aparecen cauces para la detección. No se trata de prevenir el maltrato, sino de promover el buen trato. Hay fórmulas que funcionan y pasan por equipos directivos y claustros implicados, la buena comunicación entre el profesorado y las familias y el protagonismo de los chicos y chicas. En un aula en el que uno quiere meterse con otro pero hay cinco más que son buena gente y salen en su defensa, el acoso desaparece.
¿Qué hacemos con el chico o la chica que maltrata?
Hay que desarrollar procesos que les permitan entrar en un escenario en el que puedan pedir perdón y demostrar que quieren cambiar. Hay que dar esa oportunidad. Si solo lo dejamos en un reproche disciplinario, que es necesario, nos quedamos cortos.
La salud mental de niños y jóvenes ha empeorado. ¿Qué ha pasado?
Se veía venir. Hay estudios previos a la pandemia que ya informaban de una prevalencia de trastornos psicológicos en esta población de entre el 5 y el 10 %. Estamos hablando de que en un centro donde hay 1.000 alumnos, puede haber entre 50 y 100 con problemas. Hay un 25 % de jóvenes que consumen psicofármacos. No estamos acertando como sociedad. Vivimos en un mundo en el que nos creemos semidioses. Lo tenemos todo. Lo material es lo que prima, igual que el individualismo, el liderazgo o la competitividad. ¿Dónde queda el ser humano? ¿Y dónde queda el ser humano vulnerable? La soledad nos invade, la pérdida de sentido está ahí. La COVID-19 lo ha hecho explotar.
¿Influyen las redes?
Los niños viven la presión y la dictadura del like, los modelos enfermizos de vida. Ya no entran en Google para buscar una repuesta sobre algo, van a TikTok. Sus preguntas son contestadas por impresentables que hablan de todo.
¿Y qué deben hacer los padres en esta situación?
A los padres se les suele poner a caldo. No soy de esos. Hacen lo que pueden, pero tienen que hacer un poco más. No les podemos dar el móvil a la primera, tenemos que supervisar y ser buenos modelos. Vivir más la reunión familiar. Desayunar juntos y comer juntos y saber transmitir la idea de que la vida no siempre nos lo va a dar todo. Proteger es bueno, sobreproteger es un error.