Jesús Fernández, obispo electo de Astorga: «La Iglesia aboga por el entendimiento y el diálogo»
Jesús Fernández llega este jueves a Astorga, donde el sábado tomará posesión como obispo. Una diócesis en tres provincias, dos comunidades autónomas y con dos idiomas oficiales, a la que pretende guiar hacia la renovación pastoral propuesta por Francisco
¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento?
Lo recibí con una cierta sorpresa, aunque sabía que podía tocarme. También con una sensación de alegría y gratitud, porque es una responsabilidad nueva que voy a desempeñar en mi tierra, no en mi diócesis de origen [León], pero sí en mi provincia, y por estar cerca de mis padres, que son mayores. Este nombramiento es un signo de confianza de Dios.
Llega desde Santiago, donde ha estado seis años y medio. ¿Qué balance hace?
En primer lugar, he querido ser fiel a mi nombramiento como obispo auxiliar y ayudar a don Julián [el arzobispo] en el gobierno de la diócesis. Además, como responsable de Pastoral, hemos procurado tener iniciativas en sintonía con la Evangelii gaudium del Papa y con el sínodo diocesano. Y, por tanto, hemos buscado una renovación personal de los evangelizadores. Así, hemos intensificado la formación de los sacerdotes y laicos. Para estos últimos se ha creado la Escuela Diocesana de Agentes de Pastoral, que en tres cursos ha acogido a 1.000 participantes. Del mismo modo, hemos tocado las estructuras con la promoción de unidades pastorales.
Se ha quedado sin poder vivir un Año Santo Compostelano.
Es una pena. Me hubiese gustado, pero entiendo que hay razones importantes para afrontar este encargo nuevo que me hace la Iglesia.
¿Cuáles serán los retos de esta nueva etapa?
Hay temas como la renovación pastoral, que sigue pendiente, por la despoblación y el envejecimiento tanto del clero como de los habitantes. Hay muchas parroquias, muy pequeñas y lejanas, y los sacerdotes son menos. Hace falta cambiar el modelo y, por tanto, tendremos que hacer agrupaciones de parroquias, donde se funcione más en red, compartan recursos y sacerdote. El objetivo es ser una Iglesia misionera que anuncia a Jesús en todas las circunstancias, y no solo en el interior del templo. También serán fundamentales la pastoral familiar, la juvenil y la vocacional y, concretamente, la pastoral vocacional orientada hacia el ministerio sacerdotal. Sin el sacerdote no se puede convocar para celebrar la Eucaristía.
Habla de una Iglesia misionera que anuncie a Jesús, de vocaciones sacerdotales… ¿Cómo se conjuga esto en una sociedad que vive de espaldas a Dios?
Habrá que hacer un primer anuncio, sí, pero deberá seguirle un acompañamiento personal y comunitario. Es fundamental crear comunidades acogedoras que integren y promuevan al otro, y muchas veces nuestras parroquias no son así. Con una comunidad que acoge, las personas podrán sentirse más integradas, apoyadas y con una identidad cristiana.
Vivimos ya una crisis social y económica. ¿Será otro gran desafío para la Iglesia?
Esto va a ser prioritario. En la parábola del buen samaritano queda claro que hay que atender al herido y al necesitado para salvar su vida. Eso es lo que tenemos que hacer y ya están haciendo Cáritas y otras instituciones de la Iglesia. Vivimos tiempos difíciles y van a seguir siéndolos, porque el empleo se va a ir recuperando lentamente y las necesidades no van a disminuir. Tendremos que responder también a otras necesidades, como las de tantas personas, muchas mayores, que viven solas y que durante este tiempo han perdido a familiares a los que no han podido despedir ni llorar. Hay que acompañar a esas personas. Es importante también que se vaya recuperando la asistencia presencial a la Eucaristía, siempre con todas las medidas de seguridad.
¿Cómo valora la labor de la Iglesia durante la crisis del COVID-19?
La Iglesia y los sacerdotes han sabido reinventarse para ofrecer la Eucaristía y otras celebraciones de forma telemática. El despliegue de Cáritas para responder a las necesidades de tantas personas ha sido extraordinario. Además, la Iglesia está intentando ser vínculo de unión en la sociedad, tendiendo puentes, con mensajes a los políticos en los que les se urge a crear una sociedad donde se viva la cultura del encuentro y no de la crispación. La Iglesia aboga por el entendimiento y el diálogo para alcanzar el bien común.
Astorga es una de las primeras diócesis que abordó la protección de menores con la creación de una comisión ad hoc. ¿Cuál va a ser la línea de trabajo?
Tenemos las herramientas para responder ante una posible denuncia y también para darle cauce a nivel judicial. Ahora, nuestro trabajo será el de mantener vivas estas herramientas y crear las condiciones favorables para que se respete la vida frágil, fundamentalmente la de los niños. Se trata de crear un ambiente que impida cualquier abuso y permita tratar con la dignidad que se merece a todo ser humano.
A cinco días de tener nuevo obispo, la diócesis de Astorga ha recibido un nuevo golpe: el fallecimiento de su obispo emérito, Camilo Lorenzo, a los 79 años de edad. Su estado de salud había empeorado mucho en los últimos días. Una triste noticia que llega, además, cuando se cumple un año y dos meses del fallecimiento del obispo Juan Antonio Menéndez.
Lorenzo fue velado durante el martes en el seminario. Al día siguiente se celebró el funeral en la catedral y fue enterrado en la capilla de la Majestad.