Jesús Á. Pindado: «La experiencia en la cárcel me ayuda a no verme superior a los internos»
Este profesor madrileño, miembro de Comunión y Liberación, imparte un taller en diversas cárceles para ayudar a los presos a recuperar el camino de la vida. Ahora este camino los ha llevado a Roma
—¿Qué le ha llevado hasta el Jubileo de los Presos?
—Hace nueve años, gracias a las Hijas de la Caridad, un grupo de personas de Comunión y Liberación pudimos organizar un taller en la cárcel de mujeres de Alcalá-Meco. Se llama La Aventura de Vivir. Luego nos pidieron replicarlo en la de Soto del Real y también en la parte de hombres de Alcalá-Meco. La experiencia está siendo muy bonita para ellos. Así que cuando el Papa convocó el Jubileo de los Presos, tuvimos claro que queríamos participar junto a los internos. Entonces no sabíamos si podrían ir o tendríamos que acudir nosotros en su nombre.
—¿En qué consiste el taller? Debe de ser un éxito si les han pedido replicarlo.
—En realidad es un taller muy sencillo. Es un recorrido humano, vinculado a la fe, a través de una propuesta de textos y canciones. Una de las cosas que me gusta contar al inicio es el caso de unos amigos italianos que hace años perdieron a un hijo. Murió en un accidente de moto. La madre, en los días posteriores al fallecimiento de su niño, entendió que el Señor le estaba preguntando si a partir de lo que había sucedido quería vivir o sobrevivir. «Me di cuenta de que deseo vivir, pero quiero entender qué significa vivir a través de esta situación que me ha pasado», me decía ella. Esta anécdota me gusta contarla porque si una madre que ha perdido un hijo joven en un accidente de moto es capaz de decir una cosa así, nosotros también podemos plantearnos nuestra vida a pesar de estar en la cárcel. Al final, puede ser un tiempo para vivir, y no solo para sobrevivir. Ese es precisamente el camino que intentamos recorrer con ellos.
—¿Los presos del taller han podido participar o han acudido en su nombre?
—No ha podido venir ninguno del taller, pero sí hemos podido viajar con un grupo de diez internos de la cárcel de Soto del Real. Junto a ellos, hemos ido diez personas de Comunión y Liberación, dos funcionarios de prisiones, un educador social y el capellán, el padre Paulino Alonso.
—Me imagino que no ha tenido que ser fácil organizar una peregrinación internacional con diez presos.
—Es una propuesta que hay que llevar a la Junta de Tratamiento, luego hay que prever una serie de protocolos… En fin, no es fácil. Ya es complicado lograr que un interno salga de la cárcel para alguna actividad, imagínese lo que ha sido que puedan salir para viajar fuera del país. A pesar de ello, he de decir también que nuestra experiencia en la cárcel de Soto siempre es positiva. La escucha y la acogida a todo los que proponemos están garantizadas; lo que pasa es que luego hay factores que pueden hacer inviable la actividad.

—¿Cómo lo han vivido los internos? Ha tenido que ser muy especial para ellos.
—Totalmente. Ha sido impresionante. Para muchos era la primera vez que ponían un pie en San Pedro. Estaban totalmente conmovidos por el hecho de que el Papa quisiese reunirse con ellos. También fue muy conmovedora la peregrinación desde Montserrat hasta San Pedro para entrar por la Puerta Santa.
—¿Qué destaca de las palabras del Papa?
—Me impactó que no quiso quitar hierro al asunto y habló del momento de dificultad personal que se vive en la cárcel. Pero incluso ahí surge la esperanza. Del duro terreno del sufrimiento y el pecado, nos decía, brotan flores maravillosas. Incluso entre los muros de la prisión maduran gestos, proyectos y encuentros extraordinarios en su humanidad. Me recordaba a una de las canciones de Xoel López que ponemos precisamente en el taller y que dice que «del lodo crecen las flores».
—¿Cuál es el mensaje que traslada la Iglesia al mundo acogiendo a los presos?
—Respondo con una idea magnífica, e incluso escandalosa, del Papa Francisco, que se preguntaba «¿qué me diferencia a mí de él?». A mí la cárcel me ha ayudado mucho a no verme en un nivel superior a estos hombres. Porque, al final, yo soy lo que soy porque he crecido en el contexto en el que he crecido o he tenido la educación que he tenido. Pero, ¿qué hubiese sido mi vida si hubiese crecido en un contexto como en el que ha crecido este chico o esta mujer? Es decir, la mochila que cada uno carga evidentemente también determina el camino que uno emprende hacia un lado o hacia otro. No obstante, hayas tomado un sendero u otro, el Señor hace nuevas todas las cosas.