Jérôme Lejeune, «hasta el final» con los más débiles
El Papa Francisco ha firmado también el decreto de virtudes heroicas del genetista Jérôme Lejeune, a quien el descubrimiento de la causa del síndrome de Down le hizo merecedor de numerosos honores en el mundo científico internacional.
Sin embargo, su hallazgo fue utilizado en años siguientes por la industria del aborto para identificar a los bebés que no debían seguir con vida, a lo que él se opuso con firmeza. Eso le supuso «años de auténtico escarnio y ostracismo, solo por defender que la vida humana empieza en en el momento de la concepción», afirma Pablo Siegrist, director de la Fundacion Jerome Lejeune en España. El científico francés «consideraba al enfermo con discapacidad su paciente, y si era su paciente pensaba que lo tenía que defender hasta el final».
Siegrist destaca que «para los que defendemos la vida de todo ser humano, más allá de las creencias, que la Iglesia anuncie públicamente que Jérôme Lejeune es un modelo de vida es muy alentador. Y eso, en este momento en que la existencia de tantas personas vulnerables está amenazada, es muy estimulante».
Relación con Juan Pablo II
El 13 de mayo de 1981, san Juan Pablo II invitó a almorzar al profesor Jérôme Lejeune y a su mujer. Al salir, el matrimonio se dirigió al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a París. Mientras, el Papa se preparaba para la audiencia pública de los miércoles en la plaza de San Pedro, donde le aguardaba Mehmet Alí Agça dispuesto a asesinarle a balazos, un intento de magnicidio del que Lejeune se enteró en el taxi de regreso a su domicilio.
Escribe su hija Clara Gaymard en La Vie est un bonheur que esa misma noche su padre, impactado por el acontecimiento, fue ingresado de urgencia. «Durante dos días creyó que enloquecía, nadie sabía lo que tenía. Sufría con la herida del Papa». Al final fueron solo tres piedras que, debido a la emoción, le habían bloqueado el conducto colédoco. Y una coincidencia: el Papa y Lejeune fueron dados de alta el mismo día.
En 1994, san Juan Pablo II, aun sabiendo que estaba enfermo, le nombró primer presidente de la Pontificia Academia para la Vida. La reacción del profesor Lejeune fue: «El Papa ha hecho un acto de esperanza al nombrar a un moribundo». Tres años después, durante la Jornada Mundial de la Juventud de París, el Pontífice acudió a rezar ante la tumba de su viejo amigo.
J. M. Ballester Esquivias / J. L. V. D.-M.