Javier Vilanova Pellisa: «Tienes que llevar muchas almas al cielo» - Alfa y Omega

Javier Vilanova Pellisa: «Tienes que llevar muchas almas al cielo»

Tocado por la misericordia desde pequeño, el sacerdote que será ordenado el domingo como nuevo obispo auxiliar de Barcelona tiene un objetivo: «Ser un humilde trabajador»

Cristina Sánchez Aguilar
El nuevo obispo auxiliar de Barcelona atiende espiritualmente a la Comunidad del Cenáculo
El nuevo obispo auxiliar de Barcelona atiende espiritualmente a la Comunidad del Cenáculo. Foto cedida por Javier Vilanova.

Se estrena como obispo. ¿Qué le diferenciará de Javier como sacerdote?
El Señor, cuando te llama, te pide que entregues tu vida. Con el sacerdocio ya das ese paso. La diferencia ahora es que te coge más fuerte. Como obispo, el Señor me pide más disponibilidad, entrega, y vivir intensamente unido a Él. Empiezo un nuevo ministerio rodeado de hermanos. La acogida del cardenal y de los obispos auxiliares, vivir con ellos de forma fraterna, me ayuda a empezar.

También dejará de ser anónimo.
Por mi forma de ser, me gusta estar en una posición más reservada. Pero el Señor me pide que dé un paso adelante y haga este servicio, más visible. Lo llevo con mucha paz, porque siento que este encargo no es una posición, sino una petición para estar más cerca de todos.

El Papa le encargó ser misionero de la Misericordia en 2016.
La misericordia siempre me ha acompañado. De pequeño, la primera noción que tengo de la fe es la cercanía de la Virgen de la Misericordia, patrona de mi pueblo. Después, he sentido la llamada a dedicarme especialmente al sacramento de la Penitencia. El momento clave fue el Año de la Misericordia, en el que el Papa nos confió ser dispensadores de ella.

¿Cómo lo concretó?
Visité cada semana la prisión de Tarragona durante dos años. Después, intensifiqué mi contacto con la Comunidad del Cenáculo, dedicándome especialmente a la atención espiritual y a la confesión. Y después, siguiendo la petición del Papa de hacer llegar la misericordia al corazón del hombre, me dediqué al sacramento de la Penitencia y vi cómo muchos corazones se abrían.

Lo refleja también su lema, In aeternum misericodia eius.
Yo soy muy pobre; creo que el Señor me ha elegido porque quiere hacer una obra a través de mi. Cuando entraba a la prisión, varios internos después de confesarles me decían que, cuando me veían entrar por la puerta, veía a Jesús entrar. Me quedaba impresionado. He visto más sed de Dios allí dentro que fuera. En la audiencia con el Papa hace pocas semanas, le decía que para mi la misericordia es fundamental. Él me contestó con entusiasmo que hay que llevarla a los corazones, y esto es realmente lo que quiero.

Llega a una gran urbe dolorida por una pandemia de enfermedad y soledad. Y por la pandemia de la ruptura ideológica. ¿Cuál será su receta?
Quiero ser uno más en medio de esta gran ciudad, vivir el camino ya abierto en la diócesis por sus pastores. Quiero hacer llegar este corazón, que quiere ser de todos, y trabajar por la concordia y la fraternidad. No hay diferencias de nada, al contrario. Jesucristo no miraba las diferencias.

Citó cuando se hizo público su nombramiento a dos referentes de su vida: su madre y la piedad popular.
Lo que he recibido de mi madre es auténtico. Hay un detalle muy bonito: pocos días antes de que se hiciera público el nombramiento, detectaron un tumor cerebral a mi madre. Emocionado, le conté en el hospital que iba a ser obispo, y mi madre me dijo que ella solo quería que fuese un buen sacerdote, un sacerdote santo. Yo le dije que ahora teníamos dos misiones, ella su enfermedad y yo ser obispo, y ella me contestó: «Lo tuyo es más duro, tienes que llevar muchas almas al cielo».

Por otra parte, la piedad popular me ha marcado porque he visto santos entre la gente humilde, como el sacerdote de mi pueblo o el obispo que había cuando era pequeño, Ricard Maria Carles, al que escribí cuando tenía 10 años para decirle que quería ser sacerdote y, al cabo de pocos días, me respondió y me vino a visitar a casa. Aquello fue la bomba. El Señor me ha ido marcando el camino. Solamente deseo ser un humilde trabajador; es lo que he visto en mi vida.

Es devoto del padre Pío. ¿Qué absorbe de él que ponga en práctica?
De él me ha marcado mucho su forma de ayudar a llevar la cruz a otros y su desvelo por las almas, por tocar el corazón de cada uno individualmente. Fue providencial además conocerle. En 2003 me enviaron a una parroquia pequeña y fui a casa del sacerdote vecino —éramos nuevos los dos—. Allí vi la foto del padre Pío y le pregunté si era un familiar suyo, porque no sabía nada de él. Me explicó quién era y me puso un canal de televisión sobre el santo.

En la Comunidad del Cenáculo, habrá visto de cerca la lucha del hombre por su dignidad. ¿Qué ha aprendido allí?
De su valentía. El otro día salió un chico uno después de cinco años en la comunidad. Entró muy mal y ahora, además de tener un corazón muy grande, tiene a Dios. Cuando el Espíritu Santo toca el corazón, da un impulso a la persona y, si esta persevera, el Señor hace milagros.

Viene de ser rector del seminario interdiocesano. ¿Qué tipo de sacerdotes necesita la Iglesia en Cataluña hoy?
Lo que se necesita siempre de los sacerdotes: que sean hombres de Dios y esperanzados servidores de la iglesia. Los jóvenes son de mucha oración, responsables en la formación y con ganas de servir. Ven que es un momento privilegiado de la Iglesia y se entregan en un mundo lleno de necesidades.