Javier Romero Bedate: «Hay que educar la mirada para encontrar grandes historias»
Director de la agencia Rome Reports, especializada en la cobertura del Vaticano y en servicios de corresponsalías para televisiones, comenzó su trayectoria profesional en 2008 en Galicia trabajando como cámara. A través de la agencia colabora con medios como Televisión de Galicia o CNN en Español.
¿Encuentra dificultades para hablar del Vaticano en la información generalista o interesa más de lo que parece?
Francisco sigue generando titulares. Lo vimos en diciembre con la decisión que tomó con respecto a la bendición de parejas del mismo sexo. Al mismo tiempo, ahora también estamos pendientes de su salud y de cómo decide afrontarla. O quién será el próximo Papa.
¿Cuáles diría que son las noticias que más interesan, ahora mismo, a los consumidores de información eclesial?
En primer lugar los testimonios de personas que se convierten a la fe católica. Sobre todo cuando son famosos o han sufrido traumas. También interesan las historias palaciegas: a quién pone el Papa y a quién quita y por qué. En los últimos años han generado cierto interés las noticias canónicas que afectan a grupos, instituciones o movimientos de la Iglesia. Por ejemplo, una de las más seguidas fue cuando el Papa permitió que personas que no estaban ordenadas como sacerdotes pudieran ser elegidos superiores en los franciscanos. Dentro de la Iglesia hay necesidad de entender cuál es el papel de los laicos y de los sacerdotes.
Una vez, mientras saludaba al Papa, usted llamó a su madre y le pasó el teléfono. ¿Cómo es en la distancia corta?
Tuve suerte de que mi madre respondiera a la llamada [risas]. No se lo esperaba. Francisco tiene una gran capacidad para recortar las distancias. Hace bromas, se sale de los discursos preparados para pronunciar frases improvisadas que acaparan titulares… Creo que le gusta estar con la gente. En el último Jueves Santo dejó una imagen muy gráfica: quiso lavar los pies de las mujeres de la cárcel a pesar de estar en silla de ruedas. Lo hizo sin prisa. Y no se despidió de ninguna sin haberle dirigido antes una sonrisa.
También hubo una anécdota que cambió vidas. Como cuando usted le dio a Francisco un traje de un afgano.
Yo fui el mensajero. Un afgano contactó a Javier Martínez-Brocal, el exdirector de Rome Reports. Le pidió ayuda para intentar sacar del país a una familia que se estaba escondiendo de los talibanes en 2021. Él se movió y contactó al Vaticano. La historia terminó bien y la familia fue rescatada. Como muestra de agradecimiento, uno de ellos entregó al Papa el mismo traje tradicional que llevaba puesto mientras se escondían. Más adelante, Francisco los recibió en Roma.
Además del Vaticano, ha cubierto tragedias en Italia como el territorio de Amatrice. Ahí se une la información con la experiencia del dolor. ¿Cómo se enfrenta a ello un periodista?
Nunca antes había estado en una situación así y me sentía desbordado. Al mismo tiempo, la presión por publicar historias era tan grande que solo pensaba en los deadlines; en la hora a la cual debía entregar las noticias. Eso me hizo ser más práctico y menos contemplativo. Aunque recuerdo escenas que me impactaron mucho: un par de bomberos de pie en un parque junto a un sacerdote que hacía la señal de la cruz ante varios cuerpos cubiertos.
De todo lo que ha hecho, ¿cuál ha sido la cobertura que más le ha impactado?
Seguir los primeros compases de la pandemia, cuando parecía que Italia era el único país de Europa en padecerla, me marcó por la incertidumbre. Otra cosa que me impresionó fue la cobertura de la cumbre sobre abusos sexuales del 2019. Porque nunca hasta la fecha se había convocado a toda la Iglesia para afrontar la cuestión del modo en el que se hizo. El contacto con las víctimas no te deja indiferente. También hay episodios más agradables: la parroquia romana que escondió a varios judíos durante la persecución nazi. Uno de ellos era un artista y dejó bocetos dibujados en la pared. Algunos eran estremecedores, pero otros eran esperanzadores. Hay grandes historias en todas partes. Lo que hay que educar es la mirada y el oído para encontrarlas.