«Javier nos hace cuestionarnos la vida»
Miles de personas preparan el alma y el calzado para peregrinar este fin de semana al Castillo de Javier. En la sede del Arzobispado de Pamplona se intensifican los trabajos para guiar, atender y recibir a cada peregrino. En el epicentro de ese esfuerzo de coordinación de voluntarios, fuerzas de seguridad, sacerdotes, familias…, el arzobispo de la diócesis ultima con ilusión el anuncio de la salvación de un Dios que peregrina junto a su pueblo
Desde 1940, el pueblo de Navarra peregrina todos los años al castillo donde nació san Francisco Javier. En la última década, esta marcha a pie recibe peregrinos de muchos otros lugares. ¿Es sólo una tradición hermosa, o se manifiesta una sed creciente de Dios?
Recuerdo que, hablando con el Papa —en la visita ad limina—, nos decía que cuidáramos las peregrinaciones y romerías para que los fieles se encontraran con el Evangelio de Jesucristo. Nos decía: «¡Cuiden que haya confesores!» Desde hace muchos años, esto se cuida muy bien en las peregrinaciones a Javier, y muchos, al coincidir con el tiempo cuaresmal, lo viven intensamente. Creo que en todos se despierta algo nuevo, y la mayoría lo vive con profunda devoción. Estoy seguro que en el corazón de todos los peregrinos hay una búsqueda de Dios, un deseo de cambiar su vida, de sorprenderse de la fuerza arrolladora del gran santo Francisco de Javier…
La Santa Sede ha concedido un Año jubilar Javeriano para conmemorar el 75 aniversario de esta peregrinación. ¿Cree usted que hoy la gente valora una indulgencia, o la considera algo de otra época?
Al celebrar los 75 años de las Javieradas, pensamos en pedir al Papa, a través de la Penitenciaría Apostólica, que nos concediera un Año Jubilar y, al poco tiempo, a finales de noviembre, recibimos el Decreto por el que se nos concedía la gracia durante todo un año. Creo que conviene explicar el sentido de un Año Jubilar y la indulgencia plenaria. El catecismo de la Iglesia católica lo explica muy bien en los números 1471 hasta el 1479. La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados cometidos, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la Redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. Todo fiel puede lucrar para sí mismo, o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias. La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal, debida por los pecados, en parte o totalmente. Para conseguir la indulgencia plenaria, se requiere: 1º Confesarse personalmente ante un sacerdote. 2º Asistir a la Eucaristía y comulgar. 3º Rezar por las intenciones del Papa. Sin olvidar la ayuda a los necesitados.
¿Qué aconseja usted para vivir a fondo esta peregrinación?
En la vida, siempre encontramos momentos y circunstancias que nos ayudan a discernir si vamos por el buen camino, o vamos desviados. Los santos son los mejores guías: nos ayudan a mirar la vida de distinta manera a la que nos puede llevar la corriente del materialismo, del relativismo, del pansexualismo y del hedonismo. Contemplar a san Francisco de Javier nos hace recordar la frase que a él le cambió radicalmente: «¿De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu alma?». La vida tiene sentido si la invertimos bien. Y la inversión mejor es la salvación eterna. Por eso creo que una auténtica peregrinación nos debe llevar a cuestionarnos para quién vivimos: si vivimos para Dios, o para nosotros mismos.
¿Le genera esperanza ver peregrinar a Javier a tantas familias enteras?
Creo que no se entiende la Javierada sin la familia. Le ruego y pido mucho a san Francisco de Javier que cuide a la familia, en este momento delicado, en el que constatamos un deterioro tan peligroso. Por eso, creo que las peregrinaciones han de servir para fomentar este espíritu de unidad y amor en la familia.