Javier, judío recién bautizado: «Gracias por acogerme, espero ser digno de estar entre vosotros»
Tras un discernimiento de cuatro años, ha recibido el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión en una celebración en su parroquia, Nuestra Señora Flor del Carmelo, presidida por el cardenal Cobo
Como los niños de su edad, Gonzalo ultima estos meses su preparación para hacer la Primera Comunión, en próximo mes de mayo. Pero no es el único de su familia que recibe a Jesús Eucaristía este año. Como él miso dice, en términos futbolísticos, «mi padre ha marcado y vamos 1-0». Efectivamente, Javier (44 años), se le ha adelantado, y ha recibido este domingo 21 de enero los sacramentos de la iniciación cristiana en la parroquia Nuestra Señora de Flor de Carmelo, en el barrio del Pilar. Bautismo, Confirmación y Eucaristía que este judío converso ha vivido con emoción creciente a cada sacramento que recibía.
Hablamos con Javier momentos antes de la celebración. Está nervioso, pero nos cuenta su historia de conversión con la tranquilidad y la certeza que le da el saber que hace lo que el Señor le pide. Han sido cuatro largos años de discernimiento en los que ha visto infinidad de «señales» que le iban confirmando su camino. Como aquella vez en que esperaba a su esposa Cristina sentado en un banco y le pedía a Dios luces para saber si judaísmo o cristianismo. «Señor, ¿qué hago? En ese mismo momento, salió del edificio de enfrente un cura y me saludó». Vio la respuesta.
Si hubiera que poner un comienzo a esta historia, Javier lo sitúa en un abrazo. Aún le cuesta describir la sensación. «Estaba en la capilla de la iglesia y de repente me sentí abrazado, como cuando Cristina viene por sorpresa por detrás y me da uno». Sí, la historia de conversión de Javier está muy ligada a la de la propia Cristina. Ella, católica, «no venía muy a menudo a la Iglesia». «Nada», puntualiza su esposa, para ser franca. Pero cuando su hijo mayor, Gonzalo, tenía 6 años, Cristina se cuestionó: «Si yo quiero que mi hijo crea como yo, tendré que llevarlo a Misa». Y comenzó a ir a su parroquia. Javier la acompañaba, más que nada por si se tenía que hacer cargo de César, el segundo hijo, que era más revoltoso.
Javier se mantenía en su judaísmo. Es hijo de madre alemana judía askenazi (los judíos que se asentaron en la Europa central y oriental) y padre malagueño católico. En su casa, no obstante, «había un ambiente poco proclive a la religión» y él creció «quizá con ciertos prejuicios hacia el catolicismo». El 2010 conoció a Cristina y tres años después se casaron por la Iglesia porque «para ella la fe era importante». Preparando la boda fue «el primer momento en el que se me derribaron los mitos; nunca había hablado con un sacerdote en mi vida, y entonces me parecieron todos extraordinariamente amables».
La Resurrección, la Virgen y Jesucristo
Cuando empezó a acompañar a Cristina a la parroquia, «no sé por qué me dio por entrar en la capilla», donde está el sagrario. Y fue entonces ese abrazo que le dejó descolocado. Empezó a hablar con Dios. «Un poco a escondidas de Cristina me levantaba antes para rezar», y él, que siempre había tenido una sensación de querer mejorar continuamente, sentía que en esos momentos «me elevaba no para estar encima de nadie, sino para no dejarme atrapar» por lo que le ataba al mundo. Esas oraciones matutinas comenzaron a dirigirse a la Virgen María cuando Cristina llevó una peregrina a casa. La Virgen, a la que en su judaísmo de nacimiento no había tenido en el radar, fue «reveladora; alguien con un amor infinito con quien puedes hablar».
«Estaba sintiendo ya algo más hacia el catolicismo». De su papel de acompañante en Misa empezó a aprenderse las oraciones. Un día sintió en su corazón que se tenía que unir a la liturgia con el pueblo «y empecé a hablar». «Sentía que ahí estaba el camino», concluye. Así que «tomé la decisión». A principios de 2023 ya lo tenía claro. El sacerdote con el que habló, el padre Román, carmelita de la parroquia (que ha sido su padrino junto a Cristina, su madrina), le invitó a la calma, pero no a la pausa.
Además de la figura de María, para Javier «algo poderosísimo del catolicismo es que la promesa de la Resurrección se completa; el triunfo de la Resurrección de Cristo derriba barreras entre la vida y la muerte». Además, «si tuviera que animar a la gente» en su búsqueda, diría que «el catolicismo es el gran consuelo frente a los grandes problemas: las cosas que haces mal y la muerte». «Para mí es la respuesta a las cosas que me preocupaban desde pequeño: qué hay después de la muerte y cómo se alcanza el perdón», reconoce. Por último, Jesucristo, «el verdadero explicador de la ley, el que te libera, el que no ha venido a abolir la ley, sino a dar plenitud; el mesías».
Acompañado de la comunidad
Javier se ha incorporado a la Iglesia durante la Misa de 11:30 de la parroquia, acompañado de su familia y de todos los feligreses. La celebración ha estado presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, junto al vicario de la Vicaría VIII, padre Ángel Camino, OSA, y el párroco, Luis Ortiz. Durante la homilía, el cardenal Cobo ha recordado cómo Dios ha llamado no solo a Javier, sino «a cada uno». «Si algo tenemos claro es que Jesús nos llama uno a uno». Una llamada que es básicamente «a estar con él». Y eso es ser cristianos, ha afirmado. No tanto hacer, sino «escuchar la llamada de Jesús y estar con Él». «Y dejar que Jesús siga trabajando en nosotros». Esto implica un cambio de vida, ha indicado. Como la cara de Javier, que conforme iba recibiendo sacramentos iba resplandeciendo más.
El arzobispo se ha referido también al Domingo de la Palabra que la Iglesia celebra este 21 de enero. «No dejes cada día de leer la Palabra de Dios», ha animado a los presentes, «porque es el alimento para el Bautismo, para que sigas escuchando la voz de Dios». El arzobispo de Madrid ha concluido felicitando a Javier: «La Iglesia entera se alegra de tu Bautismo, Confirmación y Eucaristía». Y este hombre, tras un confiado y silencioso camino hacia un «inmenso sentirse amado», ha terminado su día de entrada en la Iglesia con un «gracias por acogerme, espero ser digno de estar entre vosotros».