40 días. Oración, ayuno, limosna. Y muchas posibilidades para vivir este tiempo de Cuaresma. En Jean Rabel, la propuesta que se hace es equivalente a jaleo. Cada día, al final de la tarde, hay una oración durante más de tres horas. La dirige un animador y se convoca a todo el mundo, no solo a los católicos. Creo que no exagero si digo que se arma el mismo alboroto que en cualquiera de las fiestas que se hacen en el pueblo. Ergo: jaleo. Los modos de alabar a Dios son diversos, y menos mal que se camina cada vez más en una línea de inculturación de la liturgia. Aunque a lo largo de los 40 días me desdiga en más de una ocasión con esos gritos-canciones que retumban en medio pueblo.
Sin embargo, y a pesar de las largas oraciones, no deja de cuestionarme el tema de la fe. Sé que en numerosas ocasiones he dicho que me impresiona la fe de este pueblo, cómo dejan su vida en manos de Dios, cómo viven radicalmente desde Él. Todo va acompañado de un «si Dios quiere» (si Bondye vle). No a modo de coletilla, realmente es una certeza.
Cada vez los comprendo más. Ni por un poquito mi experiencia de intemperie se parece a la suya. No dejo de tener un pasaporte, ser europea y tener a una congregación, familia y amigos que me sostienen. Pero entiendo que la vida no la tenemos asegurada. Que si no llueve, no hay agua ni comida. Que los planes se tuercen a menudo. Que la salud es un don y, cuando falla, la atención sanitaria es casi un lujo.
Así que en esta realidad, verdaderamente dejan su vida en manos de Dios. Viven desde la fe. Pero, y vuelvo a ese batiburrillo del que hablaba antes… ¿Cómo es que con tanta dificultad pueden tener fe? ¿Acaso esa fe no será válida? ¿Estará mal orientada? Que me perdonen los teólogos. Este desierto lleva a muchas preguntas. Pero tengo suerte de tener a gente que me ayuda a darme cuenta de que cuando se nos dice que si pedimos, buscamos o llamamos, nada se nos dice sobre que recibamos, encontremos o se nos abran según queramos nosotros.
Y en esto creo que se basa su fe. Creo que ellos ya han experimentado que reciben, encuentran y se les abre al modo de Dios, que no alcanza nuestra lógica (al menos, la mía). Por eso el jaleo durante horas en la iglesia, porque toda alabanza es poca para el Dios que sostiene su fe.