Israel abre al turismo la piscina de Siloé, «un gran proyecto arqueológico» e interreligioso
El lugar donde Jesús curó a un ciego de nacimiento está sirviendo para unir a israelíes, cristianos y musulmanes «en un gran proyecto arqueológico» que Israel abre ahora a turistas y peregrinos
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel ha anunciado la próxima apertura, de aquí a dos años, de la histórica piscina de Siloé, en Jerusalén, cuyas excavaciones están sirviendo como una insólita oportunidad para trabajar juntos a judíos, cristianos y musulmanes.
«Toda esa zona se encontraba ocupada por un parking de autobuses turísticos, pero en los últimos años ha sido reabierta para retomar el proyecto de excavación que se realizó en la década de 1960», afirma la arqueóloga Cayetana Johnson, profesora de la Universidad San Dámaso y habitual de las excavaciones en Jerusalén cada verano. «De hecho, suelo trabajar al lado de la piscina de Siloé, y acudo allí a veces cuando necesitan que les eche una mano», señala Johnson.
Para la arqueóloga norteamericana, el recinto es «un lugar único, monumental». En su origen constaba de tres gradas que daban a una piscina donde el agua del torrente Guijón se remansaba en el lado sur de la ciudad, y servía para que los peregrinos judíos realizaran allí sus abluciones justo antes de subir al Templo.
«Jesús, como judío que era, también debió de bañarse allí, en este lugar de fuertes connotaciones mesiánicas porque Siloé en hebreo significa “enviado”, uno de los epítetos del Mesías», añade. Y fue allí también donde según el Evangelio curó a un ciego de nacimiento en un milagro que le sirvió para proclamarse como Luz del mundo.
Una vía de colaboración
A nivel arqueológico, trabajar allí no es fácil «por las repercusiones políticas y religiosas de cualquier excavación en Jerusalén, además de las dificultades técnicas que conlleva operar en una zona urbana donde los yacimientos están muy pegados unos a otros», dice Cayetana Johnson.
Sin embargo, las excavaciones están sirviendo como una sorprendente vía para el diálogo interreligioso y político, pues según la arqueóloga «a los israelíes les importan cada vez más las peregrinaciones cristianas, y de hecho les encanta cuando llevamos sacerdotes que les ayudan a contextualizar lo que se van encontrando al excavar».
Al mismo tiempo, como en muchas zonas hay una nutrida presencia musulmana y se necesita permiso para excavar en su zona, «las autoridades israelíes están colaborando con la población árabe de la ciudad e incluso promueven su contratación en las excavaciones».
Todo ello confluye en «un gran proyecto arqueológico que incluye las tres grandes religiones y que muestra que en este ámbito es más lo que nos une que lo que nos separa», concluye Johnson.
La piscina se Siloé fue construida hace cerca de 2.700 años cuando el rey Ezequías canalizó el agua del torrente Guijón dentro de los muros de la ciudad. Bajo las órdenes del sacerdote Esdras, el culto tras el exilio de Babilonia se reorganizó y la piscina de Siloé sirvió para los últimos rituales de purificación antes de subir al Templo, una costumbre que fue retomada en la primerísima era cristiana por los peregrinos que llegaban a Jerusalén a visitar el Santo Sepulcro. Pronto, el lugar quedó reducido a escombros tras la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 d. C.
En la década de 1890, un grupo de arqueólogos británico-americano descubrió algunos de los escalones de la piscina; y en los años 60 del siglo XX la arqueóloga británica Kathleen Kenyon excavó aún más en la zona. En 2004, la Autoridad de Antigüedades de Israel comenzó una excavación sistemática cuyos resultados podrán visitar ahora turistas y peregrinos.