Isabel Solá descansará para siempre en su querido Haití
Isabel Solá, religiosa de Jesús-María asesinada a tiros el pasado viernes en Haití, será enterrada hoy en la capital, Puerto Príncipe, «el lugar donde siempre quiso estar», según afirman desde su congregación
«Recuerdo el desgarro que sentí al dejar África y el vértigo que me daba viajar hacia lo desconocido», reconocía Isa Solá en 2011 en una entrevista a Alfa y Omega. Hacía tres años que había llegado a Haití tras pasar 18 años en una misión de Guinea Ecuatorial. La miseria que encontró en Puerto Príncipe «me hizo comprender que no estaba aquí para salvar a nadie ni para cambiar nada, porque el único que salva es Jesús». Y eso que todavía no había pasado lo peor. En enero de 2010 un terremoto asoló la capital, Puerto Príncipe. «En aquel momento la tentación del desaliento y la queja a Dios fue enorme. Estuve muy triste y desanimada», escribía en una carta dirigida a Obras Misionales Pontificias después del seísmo. Pero, reconocía, fue «una lección que no hay que saltarse, porque nos hace más humanos y menos ambiciosos». Lección que se aplicó a sí misma, porque aunque su objetivo era impartir clases en un centro escolar, tras el desastre la misionera se centró en ayudar a los amputados en el terremoto a través de un centro ortopédico.
«No solo la han matado a ella. También han matado las esperanzas de la gente», declaró a medios locales el sacerdote Hans Alexandre, de la parroquia del Sacré Coeur, a la que Isa acudía a realizar tareas pastorales. Es el sentir general de las decenas de personas que cada día eran atendidas por la misionera, que no comprenden por qué sus compatriotas han asesinado a quien hizo tanto por la comunidad. «A los misioneros nos respetan», decía ella misma en una entrevista para el programa Misioneros por el mundo de 13TV en 2012.
Pero la situación ha cambiado. La violencia se recrudece en los últimos meses en la capital haitiana y el móvil del crimen, según la Policía, ha sido el robo. Solá recibió el viernes dos impactos de bala al salir de un banco en el barrio de Bel Air, uno de los más deprimidos de la ciudad. Los atacantes se llevaron sus pertenencias. Iba acompañada por una mujer haitiana, a la que también alcanzaron los disparos y que se encuentra en estado grave al cierre de esta edición. Isabel era consciente de esta amenaza. Hace poco le dijo a una religiosa de su misma congregación que estaba pensando en mudarse. En su casa, cerca de la parroquia, había tenido que poner rejas y dos perros de guardia porque la situación se estaba poniendo peligrosa. Aun así, ella no quería dejar Haití. «Pensaréis que cómo puedo seguir viviendo aquí, entre tanta pobreza y miseria, terremotos y huracanes, cólera… Pero es mi casa, mi familia, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios», escribía en 2011. Desde hoy, descansará para siempre en la ciudad a la que tanto quiso, como hizo saber a su congregación.
Tras la canonización de santa Teresa de Calcuta, el pasado domingo en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco pidió una oración a los presentes por Isabel Solá y manifestó su deseo de que en Haití, «un país tan probado, cesen tales actos de violencia y haya una mayor seguridad para todos».