Isa Solá: «Cuando encuadro algo se me exige amarlo»
El Museo Diocesano de Barcelona acoge hasta el 8 de noviembre una muestra que reúne 35 fotografías de la misionera, asesinada hace cinco años en Haití
Una cámara de fotos. Fue lo único de valor que se encontró entre las pertenencias de Isa Solá, religiosa de Jesús-María brutalmente asesinada en 2016 en Puerto Príncipe, capital de Haití. Dotada de una sensibilidad especial hacia lo artístico —también componía, tocaba la guitarra, y cantaba, cuentan, como los ángeles— esta barcelonesa de 51 años se empeñó en compaginar su misión de atender a los amputados con retratar la cara amable de un país desolado, al que llegó dos años antes del terremoto de 2010, que dejó cerca de 300.000 muertos y una nación en escombros. «Uno de los objetivos de la exposición es mostrar uno de los países más pobres del mundo a través de los ojos de una mujer que era capaz de inmortalizar la belleza extraordinaria de sus paisajes, de los rostros de los haitianos, de las puestas de sol. Isa sacó lo más positivo de uno de los lugares más miserables del planeta». Lo asegura tajante la periodista Mey Zamora, autora de la biografía de la misionera —Lo que no se da se pierde (Editorial Plataforma), título que da también da nombre a la exposición— y una de las encargadas de comisariar la muestra de 35 fotografías de Solá que, desde el pasado 2 de septiembre, coincidiendo con el quinto aniversario de su muerte, puede verse en el Museo Diocesano de Barcelona. «Cuando encuadro algo se me exige amarlo, y eso me hace bien», se lee también en la exposición, que, además de las fotografías, ofrece al visitante varias frases con pensamientos de Isa y su testamento espiritual, escrito poco antes de ser tiroteada por dos hombres mientras conducía su coche. «Nuestro tiempo no es su tiempo», decía en el texto, encontrado en su ordenador. «Espero irme al menos haciendo lo que amaba hacer, entregando mi vida, amando a mi gente, sirviendo. Si es así, celebradlo, todo está bien».
Todo está bien. Porque cinco años después, «el testimonio de Isa ha impactado en muchísima gente», explica Zamora. «Es la historia de una mujer bella que decidió salir de su burbuja acomodada en Barcelona primero, con 20 años, para trabajar con enfermos de VIH en Valencia. Antes de los 30 ya estaba en África y en 2008 llegó a Haití». Solá «sigue trabajando hoy» en los corazones de muchos, y por eso surgió la idea de exponer su material fotográfico que, además de particulares, visitarán hasta el 8 de noviembre multitud de grupos escolares, para los que habrá actividades concretas.
Una de ellas será enseñar el trabajo que Isa Solá hacía en el taller de prótesis San José, que la misionera puso en marcha en la capital después del terremoto. «Mi hermana contactó con innumerables profesionales —ortopedas, traumatólogos, expertos en logística— y nos puso en marcha para recaudar fondos», desgrana Javier Solá, hermano de la religiosa y el otro responsable de la exposición. «Poco después salió un primer contenedor hacia Haití con prótesis y diversos materiales», y posteriormente varios voluntarios viajaron y levantaron el taller, que en un año atendió a más de un centenar de amputados que pudieron recuperar poco a poco su vida. Tras el fallecimiento de Isa «la cosa se quedó parada», pero su hermano y varios allegados han visto la necesidad de que el legado de aquella que marcó la vida de tantos vuelva a renacer. El terremoto de este verano y la situación política han supuesto la gota que colma el vaso de las ganas de reconstruir, y los donativos de los visitantes ayudarán a que esto suceda.