Mario Iceta: «Invito a conocer a familias con discapacitados»
La sociedad presume de integrar la discapacidad pero, si se detecta antes de nacer, no ve «lo precioso de esa vida», lamenta monseñor Iceta, presidente de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española. Las personas con discapacidad serán las protagonistas de la Jornada por la Vida, que se celebrará el 25 de marzo
¿Por qué los obispos de la Subcomisión episcopal han elegido este año la discapacidad como tema para la Jornada por la Vida, con el lema Hay mucha Vida en cada vida?
Queremos poner en evidencia cómo la vida humana siempre es un don grande y un bien en sí misma, más allá de cualquier limitación. Conocemos muchísimos casos de familias que tienen hijos con discapacidad, y esos hijos son luz e inspiración para ellas. Queríamos poner eso de manifiesto ante la sociedad actual.
¿Es el trato que se da a estas personas la piedra de toque de cómo es realmente nuestra sociedad?
Acoger y valorar a estas personas, efectivamente, es piedra de toque de la calidad humana de una sociedad. Es una contradicción el que, por un lado, se apoya y se valora la discapacidad, pero, cuando se detecta en el seno materno, no hay tanta unanimidad sobre lo precioso de esa vida. Quizá vivimos en una sociedad donde prima el bienestar, el cuidado del cuerpo, la belleza, y parece que, por debajo de unos estándares mínimos, la vida no fuera digna. Es algo que tenemos que superar. También aparece esa palabra, que lleva a equívocos, de calidad de vida; como si algunas vidas no merecieran ser vividas. La vida no puede medirse así. Más allá de cualquier condicionamiento, siempre es un don y un bien, y debe ser acogida.
La sociedad es cada vez más impermeable a los argumentos en defensa de la vida. ¿Cómo transmitir nuestro mensaje?
Testimoniando y argumentando, las dos cosas. Nosotros no sólo damos razones sobre cómo la vida es siempre un don. También testimoniamos, con tantas personas, familias e instituciones comprometidas en proteger y acompañar a las embarazadas, a la vida más debilitada, a la discapacidad. Esto hay que hacerlo a todos los niveles: personal, asociativo, político, mediático. Hoy en día, el aspecto testimonial es muy importante. Ya decía Pablo VI que hoy la sociedad escucha más a los testigos que a los maestros, y escucha a los maestros en la medida que son testigos. Ver las cosas es importante. Cuando alguien ve a esas familias que sacan adelante a personas con discapacidad, que son felices y muestran el valor inmenso de la vida humana; o si se acerca a un centro provida, su visión cambia. Tenemos que aterrizar de las ideas a la realidad, que es mucho más reveladora. Yo invitaría a acudir a estos lugares donde es posible ver que esto no es una ideología, sino una realidad que se puede llevar adelante y es hermosa y luminosa.
¿Qué aporta el cristianismo a la defensa de la vida?
La fe no anula la razón. Es una nueva luz que ilumina la razón, y nos lleva a comprender cosas que van más allá de la razón, pero que no la contradicen. Con la razón, todo el mundo puede captar el bien que es la vida humana, como hacen muchos no creyentes. La fe añade esa verdad revelada de que la vida es un don de Dios, que todos somos hijos de Dios. Dios, encarnándose, ha manifestado de modo espléndido y precioso la grandeza de la vida humana, y cómo Dios es capaz de entregarse a sí mismo para sostener y revitalizar toda vida humana. Además, cuando uno es llamado a la vida cristiana, eso conlleva también la misión de dar testimonio de esta belleza de la vida. Como dice el Papa, hay que primerear, involucrarse, meterse en las dificultades de esta sociedad para llevarles luz, y para generar una cultura de la vida.