Investiguemos sobre nuestra fe
3er domingo del tiempo ordinario / Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21
Evangelio: Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21
Ilustre Teófilo: puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo después he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos para proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que le ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Comentario
Es curioso que la Iglesia nos invite a proclamar el inicio del Evangelio de Lucas antes de entrar en el pasaje central que nos ofrece para leer y meditar este domingo. Dice Lucas a Teófilo que ha decidido contarle el relato de los hechos «que se han cumplido entre nosotros» y que, para hacerlo, primero ha investigado todo «diligentemente desde el principio». Este primer parrafito, que puede pasar desapercibido, me parece crucial, porque también a nosotros se nos llama a investigar con diligencia sobre nuestra fe, a profundizar en ella para conocer «la solidez de las enseñanzas» que hemos recibido. Pues… ¿cuántas veces no nos quedamos con una fe descafeinada porque no hemos hecho el esfuerzo de profundizar, investigar, pensar y, en una palabra, sumergirnos en ella?
Pues bien, cuando investiga sobre Jesús, una de las primeras escenas que Lucas narra a Teófilo es esta, en la que se cumple en él la Escritura. Jesús vuelve a Galilea, nos dice, «con la fuerza del Espíritu». ¿No sería precisamente por eso que su fama se extendió y la gente quería escucharlo? Desde el inicio del pasaje, es el Espíritu el que empuja a Jesús, el que lo acompaña con su fuerza, el que le indica el camino y la misión, el que lo envía a evangelizar a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos. Es el Espíritu el que ha hecho que se cumpla esta Escritura de Isaías. Él hace que se cumpla la Palabra porque es quien transforma nuestra vida de acuerdo con ella, quien la trabaja para que esto ocurra.
Me parece un texto maravilloso para este momento en el que estamos arrancando el nuevo año, terminando la llamada «cuesta de enero». La Palabra nos invita a investigar, como Lucas, para poder transmitir a otros lo que hemos recibido, como hace con Teófilo. Nos invita a profundizar en nuestra fe, a no ser pasivos con ella, a no seguir viviendo de las rentas de lo que ya sabemos.
En segundo lugar, me parece que el Evangelio de este domingo nos llama a vivir desde el Espíritu, como hizo nuestro Maestro y Señor. Para poder proclamar de verdad la Palabra de Dios y hacerla vida tenemos que abrirnos al mismo Espíritu que la inspiró, tenemos que vivir con Él, en Él y desde Él. Solo así podremos ahondar hasta su centro, su corazón, que es el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En tercer lugar, hemos de acudir siempre a la Palabra de Dios, pues Él nos habla en ella, permanece siempre nueva, siempre actual, y nos transforma en ella si nos dejamos. Esa Palabra se cumple, aunque muchas veces no como esperamos.
Finalmente, cuando nos dejamos ungir de verdad por el Espíritu y hacemos vida la Palabra, el Señor no nos deja encerrados cómodamente en un calorcito espiritual individualista. El Espíritu unge para enviar a evangelizar, a liberar, a dar luz, a proclamar el año de gracia del Señor, que este año es, además, un jubileo de esperanza. Y esa esperanza no será tal si la fabricamos a nuestra medida; es necesario recibirla de lo alto. Es necesario dejar que el Espíritu obre en nosotros y, discerniendo hacia dónde sopla, ponernos en camino.