¿Inversión responsable? - Alfa y Omega

Partiendo de la base de que guardar el dinero debajo del colchón no es una opción ni económica ni éticamente válida (Mt 25, 25-28), ¿qué podemos hacer con nuestros ahorros? Lo primero que se ocurre es montar un negocio. Esta inversión será adecuada dependiendo del tipo de actividad y de la forma de llevarla a cabo. Los negocios deben ser rentables. El beneficio es necesario y querido por la Iglesia. Sin él, los negocios no subsisten. Pero debe ser legítimo y no puede sostenerse sobre bases injustas como la explotación de la mano de obra, el trato injusto a los proveedores o un injusto precio. Además, a la hora de decidir en qué actividad invertimos nuestro dinero no solo debemos pensar en el beneficio personal sino en la capacidad de generar valor social y desarrollo, ya que no es lo mismo un colegio que una tienda de calzado, o un negocio de apuestas.

La segunda posibilidad es convertirse en accionista o financiador de empresas ya existentes o del Estado. Pero, ¡ojo! las inversiones no deben ser nunca meramente especulativas: compro hoy y vendo mañana, me aprovecho de una información privilegiada ilegítima, genero unas expectativas y luego desaparecen, etc. Este tipo de conductas son claramente contrarias al pensamiento social cristiano y convierten el mecanismo de inversión en una ruleta trucada. En cambio, siempre es positivo apoyar a empresas que generan valor para los ciudadanos. Por eso, no toda inversión es aceptable, porque no todos los sectores lo son. Hoy se trabaja mucho con criterios de desarrollo sostenible ESG, que son un avance; pero en ningún caso es suficiente. Un cristiano no debe invertir en actividades que vayan contra la doctrina social, por ejemplo, en lo relativo a la vida y dignidad de la persona en cualquier etapa.

También podemos optar por que un tercero gestione nuestro dinero y nos elabore en una cartera de títulos o de fondos y productos. Ahora bien, cuando diversificamos nuestra inversión, es muy difícil controlar el destino del dinero. Debemos exigir conocer dónde se invierte y marcar nuestras restricciones. Los negocios éticos no tienen por qué ser menos rentables, pero requieren siempre una mayor atención.

Por último, recomendamos siempre que solo se invierta en aquellos productos de los que entendamos perfectamente su funcionamiento, dónde, cómo, cuánto y por qué está invertido el dinero. Si no lo entiendo, no invierto.