¿Invasión o plaga de inmigrantes? Cáritas desmonta algunas leyendas urbanas sobre la migración
La campaña Compartiendo el Viaje, de Caritas Internationalis, explica la realidad que late tras algunos tópicos frecuentes sobre las migraciones
Cáritas Española ha hecho público un comunicado en el que trata de desmontar algunas leyendas urbanas sobre la migración, tales como que los inmigrantes son una plaga o que viven de las ayudas sociales.
Esta iniciativa, explican desde la entidad, se enmarca «dentro de las acciones de sensibilización que la Campaña global que Caritas Internationalis viene desarrollando desde septiembre de 2017 bajo el lema Compartiendo el Viaje para fomentar en todo el mundo la cultura del encuentro con los migrantes».
Asimismo, justifican su publicación ante «el actual escenario migratorio que se vive en la Frontera Sur de Europa» y para despejar dudas ante un tema «emocional y divisivo dentro de la política de muchos países, en las comunidades interesadas e incluso dentro de las familias y grupos de amigos».
Estos son algunos de los tópicos desmontados por Cáritas:
Esto se afirma a menudo como un hecho, con un lenguaje muy emotivo. A veces se oyen palabras como «invasión» y «plaga» de inmigrantes y refugiados, e historias de personas que tratan de forzar su entrada en los países desarrollados de la UE y América del Norte.
La realidad, sin embargo, confirma que el número de migrantes como porcentaje de la población mundial ha permanecido constante. Durante más de medio siglo, el número de migrantes se ha mantenido en aproximadamente el 3 % de la población mundial. Entre 1960 y 2015, el número de migrantes aumentó de 93 a 244 millones. Pero, la población mundial también aumentó de 3 mil millones a casi 7,3 mil millones. El número de refugiados disminuyó entre 1990 y 2010 (de 18,5 a 16,3 millones), aumentando (a 21,3 millones en 2016) debido en gran parte a la guerra en Siria.
Esto también se escucha con frecuencia como una razón por la que no debemos dar la bienvenida a las personas que llegan de otros países, ya que la población local no puede conseguir puestos de trabajo debido a los extranjeros, que previamente han recibido prestaciones sociales.
La realidad demuestra que los migrantes pagan más impuestos que las prestaciones que reciben, que hacen trabajos que la población local rechaza y que no les falta la habilidad necesaria para ellos.
Atendiendo a este tópico, algunos países que dicen que están siendo «invadidos» han detenido el flujo de entrada, poniendo barreras. Si otros países siguieran el ejemplo, los migrantes se rendirían.
Lo que demuestra la historia de los últimos 65 años es que las políticas migratorias se han vuelto más liberales. Las investigaciones señalan que existe una tendencia liberalizadora para los trabajadores inmigrantes, estudiantes y familias en 45 países desde 1945 hasta 2010.
En algunos países, los controles fronterizos son más visibles y, a veces, los visados son más difíciles de conseguir para los inmigrantes irregulares que llegan a la UE y a América del Norte. Pero son una minoría. Muchas otras personas que se desplazan son consideradas «expatriadas», un término utilizado comúnmente para personas de clase media, cualificadas y, a menudo, blancas. España es un buen ejemplo de ello, con la salida de jóvenes cualificados fuera del país en busca de oportunidades laborales de futuro.
La afirmación de que los países desarrollados del Norte están siendo inundados por un flujo masivo de inmigrantes del Sur del mundo es un cliché muy injusto: en 2013, más del 35 % de todos los migrantes internacionales se trasladaron entre países en desarrollo. Los 82 millones de migrantes del Sur del mundo constituyeron apenas un tercio de la migración internacional, mientras que 67 millones de personas emigraron del Norte a otro país desarrollado o en desarrollo.
Se afirma con frecuencia que la emigración masiva a Europa está cambiando su civilización, su cultura, su base religiosa.
La leyenda de que la inmigración pone a las culturas bajo amenaza es una de las más insidiosas, porque juega con el miedo y la xenofobia. Europa se ha beneficiado enormemente, a lo largo de los siglos, de personas que se desplazan de un lugar a otro. Estados Unidos son un buen ejemplo de cómo un país se construye sobre la inmigración. Y fue gracias a las migraciones cómo Europa construyó sus idiomas y el sistema numérico.