In memoriam. Siento que se ha ido un hermano - Alfa y Omega

In memoriam. Siento que se ha ido un hermano

Dos claves son expresión de lo que ha sido su ministerio sacerdotal y episcopal: una es la fraternidad sacerdotal y otra el sentir con la Iglesia

Vicente Martín Muñoz
José Antonio Álvarez

Homilía de laudes con los seminaristas el día del entierro, 2 de octubre de 2025

Gracias al seminario y a cada uno de vosotros por venir a rezar ante aquel y por aquel que ha sido vuestro formador y rector durante tantos años, precisamente es este día de los santos Ángeles Custodios en el que el Señor nos dice que va a enviarnos un ángel por delante para cuidarnos por el camino de la vida.

Los ángeles son los servidores de Dios, que nos envía para cuidarnos, protegernos y anunciarnos la presencia y el amor de Dios. Hoy nos anuncian la Resurrección de Cristo, que fundamenta nuestra esperanza.

Ante un acontecimiento tan triste como la pérdida de nuestro querido obispo José Antonio —Pepe, como le llamamos todos los que queremos— quizá no son necesaria muchas palabras; no hay mucho que decir, más allá de una profesión de fe en la Resurrección de Cristo, en quien ponemos la vida de nuestro hermano. Dios sabe más que nosotros y sus caminos misteriosos siempre son para ofrecernos su salvación. Ojalá que no estuviéramos aquí por este acontecimiento, pero no dudo de que la misericordia divina sigue actuando en Pepe y a través de Pepe en favor nuestro.

Digo que probablemente no hay mucho que decir, pero sí mucho que compartir. Ayer don José nos ayudó a todos a hacer una lectura creyente de la vida y muerte de Pepe. Gracias, don José, por esa palabra consoladora y esperanzadora de buen pastor y padre. Ahora solo quiero compartir con vosotros un pequeño testimonio de lo que hemos vivido y compartido juntos en este tiempo de ministerio episcopal.

Muchos de vosotros lo conocéis más y antes que yo, pero ha sido tal la intensidad y la fraternidad que hemos vivido, que siento que se ha ido un hermano.

He sido testigo de hacer vida esa llamada de Sígueme que se ha traducido en un «siémbrate» para dar frutos de vida. Lo suyo fue un sembrarse cada día, con pasión y con intensidad. Cada día en la oración de la mañana me compartía cada una de sus siembras y me preguntaba «¿cómo lo ves?». Y lo poníamos en las manos del Señor. Estoy seguro de que su muerte, como semilla sembrada, dará mucho fruto para la Iglesia de Madrid.

Dos claves han marcado nuestra vida en este tiempo y son expresión de lo que ha sido su ministerio sacerdotal y episcopal: una es la fraternidad sacerdotal y otra el sentir con la Iglesia, dos criterios de discernimiento que aplicaba a todo lo que hacía.

Los ángeles se reflejan en personas buenas, como Pepe. Hombres y mujeres que dejan transparentar la veta divina que atraviesa la realidad y que se encarna en vidas confiadas, abiertas, generosas y entregadas, vidas que anuncian sin sombras la presencia de Dios. Hoy encomiendo a la intercesión de nuestro obispo José Antonio la próxima asamblea presbiteral. Esta fue la última conversación que tuvimos los dos.

Gracias, querido Pepe. Ha sido un regalo compartir contigo este año y medio de ministerio. He aprendido mucho de ti y contigo, especialmente amar y servir a esta Iglesia de Madrid.

En la oración de la mañana te seguiré contando «cómo lo veo». No dejes de mirarnos desde el cielo y de acompañar a tu Iglesia de Madrid.