Imanol Morales Montesinos: «Teletrabajar deshumaniza»

Imanol Morales Montesinos: «Teletrabajar deshumaniza, no hay espacios para conocerse»

Este joven miembro de la Juventud Obrera Cristiana ha participado en la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT

María Martínez López
Foto cedida por Imanol Morales Montesinos

Cuando a la Coordinadora Internacional de la Juventud Obrera Cristiana (CIJOC) le ofrecieron cinco puestos como observadores para la edición de este año de la Conferencia Internacional del Trabajo, desde JOC España propusieron a Imanol Morales, su representante en Iglesia por el Trabajo Decente. Ha participado en los trabajos de su Comisión de Respuesta a la COVID-19, donde se ha elaborado un documento final que se aprobará este viernes.

¿Qué realidades han llegado a la Coordinadora Internacional de la Juventud Obrera Cristiana (CIJOC) en este casi año y medio de pandemia?
Casos como el de Rose, un chico inmigrante ugandés que por fin, después de buscar mucho, en enero de 2020 encontró un trabajo en Arabia Saudí. Poco después, por la pandemia, fue despedido. Se encontró con las puertas de su país cerradas y tuvo que quedarse en un país extranjero gastando todos sus ahorros. Si antes costaba encontrar trabajo, con el coronavirus ha sido imposible. A muchos de nuestros jóvenes, que trabajan en el sector servicios o en turismo, los han despedido o han visto sus salarios reducidos. Si han seguido trabajando, en la mayoría de casos sus condiciones han empeorado. En algunos sectores han teletrabajado, pero las empresas no les proporcionaban los recursos necesarios. Y a nivel internacional, muchos jóvenes (y no tan jóvenes) que trabajaban en primera línea lo han hecho sin equipos de protección. La pandemia ha agudizado una precariedad que ya existía de antes.

¿Cuáles eran esos factores de riesgo laboral frente al coronavirus?
Ahora mismo, tener un contrato de trabajo no te permite estar seguro de que mañana lo puedes seguir teniendo. Esa incertidumbre constante es preocupante. Otro factor que nos parece peligroso para el mundo juvenil es que está normalizado que nuestro primer trabajo tiene que ser precario y no corresponder a nuestra titulación. Por lo general, como eres joven y «te están haciendo un favor», parece que te tienes que conformar con todo. Por otro lado, están los casos en los que no te avisan de los turnos de trabajo hasta la misma semana o el mismo día. Así no se puede organizar el descanso ni la conciliación.

En muchos países en desarrollo el golpe ha sido brutal por el alto porcentaje de trabajadores informales. Pero, ¿son nuestros países, los del primer mundo, ajenos a este problema?
No hay un primer mundo, un tercer mundo… el mundo es solo uno. El tener una coordinadora internacional de jóvenes trabajadores cristianos nos ayuda a no ser ajenos a otras realidades. Lo que hay es países empobrecidos (porque disponen de recursos, pero explotados por empresas extranjeras) y enriquecidos. Pero respondiendo a su pregunta, aquí también pasa eso. Conocemos jóvenes que no consiguen trabajo de su titulación pero trabajan de manera irregular limpiando casas, cuidando de personas mayores, dando clases extraescolares… todo ello sin contrato. Y muchas veces en condiciones muy precarias.

¿Cómo se ha acompañado desde la CIJOC a los jóvenes trabajadores de todo el mundo? ¿Y vosotros desde la JOC en España?
Desde CIJOC se han propuesto muchos encuentros online, webinars, y hacían campañas, tanto desde lo regional como a nivel internacional. Pero nos da miedo perder el contacto con los jóvenes. Hay muchos a los que no hemos podido llegar porque no tienen internet o un ordenador; o solo hay uno para toda la familia, y no tenían la posibilidad de acceder a esta oferta. En España, los cuatro responsables de organización nos hemos repartido las provincias y hemos intentado acompañar a sus responsables. Ahora que es más fácil hacer cosas presenciales toca retomar el contacto.

¿Qué supone para una entidad de jóvenes trabajadores cristianos la oportunidad de participar en la Conferencia Internacional del Trabajo y en la comisión de respuesta a la COVID-19?
Está siendo una experiencia muy enriquecedora para poder entender las distintas posiciones de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores. A veces algunos debates son más de forma que de fondo. Pero luego piensas que, por ejemplo, una palabra no es lo mismo en inglés que en español y hay que hacer algo que en todos los países se pueda acoger. Es curioso, porque en los debates todos hablan de «trabajo decente» pero no sé hasta qué punto lo concebimos de la misma forma. Por otro lado, no han llegado a un consenso sobre el término «precariedad», porque los empleadores prefieren que se hable de trabajo inseguro e informal. Vemos que se sigue poniendo en el centro el beneficio económico, y nos preguntamos dónde queda la dignidad de la persona.

Aunque solo estén en calidad de observadores, ¿se puede aportar algo, por ejemplo para intentar corregir estos enfoques?
Sí podemos intervenir en la plenaria, y esta posibilidad de que los jóvenes cristianos podamos ser escuchados es muy importante. En nuestra intervención, nos hemos centrado en lo testimonial, con ejemplos de precariedad con rostro de mujer. Queríamos poner rostro a las cifras que se han ido compartiendo, porque detrás de cada dato hay proyectos de vida aplastados o rotos. También nos parece importante reivindicar el sentido del trabajo como servicio.

¿Cuáles de las soluciones que propone el documento final que se ha aprobado esta semana son prioritarias para vosotros?
Es necesario definir de forma adecuada, a nivel internacional, el término «precariedad». También aumentar la inversión económica en el sistema educativo y formativo público. La educación es el medio para corregir las desigualdades sociales, la única forma de que los jóvenes nos podamos enfrentar a un mercado laboral tan precarizado. Se están aprovechando de la falta de formación para negarnos nuestros derechos. Los empleadores y empresas destacan el papel de la educación privada, porque es la que genera más trabajo. Nosotros incidimos en la pública porque no todo el mundo puede acceder a la privada. Es más fácil criticar las carencias del sistema que mejorarlo.

¿Qué incidencia real tienen luego estos documentos? ¿Qué queda por hacer ahora para que no queden en meras declaraciones de buenas intenciones?
Es bueno que gobiernos y empleadores estén participando en este diálogo. Pero luego hay que llevarlo a la práctica. En primer lugar, es necesario aumentar la conciencia sobre estos temas. Los jóvenes tenemos que hacer ver que tenemos derechos humanos y laborales. Luego, el resultado de este proceso es una hoja de ruta tan extensa que igual se podría empezar poniendo todos los medios económicos y los mecanismos para asegurar el cumplimiento de la normativa laboral ya existente, por ejemplo en seguridad y prevención de riesgos laborales

El documento habla de un nuevo contrato social, y usted subrayaba que han participado tanto trabajadores como gobiernos y empleadores. ¿Es ahora más necesario que nunca superar un discurso dialéctico, de lucha de clases?
Creo que hay que reflexionar de nuevo sobre el concepto del trabajo. Parece que tenemos un poco olvidado que el trabajo es algo vocacional, y un servicio. Trabajamos para mantenernos, para pagar unos gastos, pero ¿solo para eso? El trabajo también me ayuda a realizarme como persona, a contribuir desde mi ambiente laboral a construir una sociedad más justa e igualitaria. No es algo mecánico, es un servicio. Si todos tuviéramos esa concepción del trabajo, algunos no se sentirían atacados cuando desde la otra parte se proponen cosas para mejorar las condiciones laborales. Si esto ocurre, es porque no se está poniendo a la persona en el centro. Nos tenemos que escuchar, pero luego hay que ir más allá: traducir esto en derechos, en hechos concretos, ver dónde están los fallos. Porque está comprobado que con mejores condiciones de trabajo se rinde mejor.

¿Cómo concretáis esta visión en la JOC?
Muchos de nuestros militantes están trabajando en condiciones precarias. ¿Nos quedamos solo en la queja? ¿O podemos organizarnos y hacer algo? Es lo que intentamos, llevar un poco de esperanza, de organización y de diálogo.

En los primeros meses de la pandemia el protagonismo de los trabajadores esenciales nos hizo reflexionar sobre el valor del trabajo. ¿Ha servido para algo?
Sí hay un reconocimiento social. Pero no se traduce, como debería, en buenas condiciones de trabajo. Se ha aplaudido a los sanitarios, pero la polémica por la forma de repartir las plazas de médicos, enfermeros y farmacéuticos internos residentes (MIR) demuestra que no hay un reconocimiento laboral. Con la primera propuesta del Gobierno, una persona que hubiera quedado en el puesto 1.000 tenía que hacer una lista de ese número de centros sanitarios y se le adjudicaba uno en un único día, en cualquier lugar. El argumento era que hay que incorporarse de manera inmediata. Pero si se hubieran mejorado las condiciones de trabajo, si se hubiera invertido más en sanidad, no ser verían en esta situación.

Otros que han tenido más trabajo en estos meses han sido los repartidores, los famosos riders. También en este período se ha aprobado la ley dedicada a ellos. ¿Cómo la valoran desde JOC?
No hay un posicionamiento oficial sobre la ley. A título personal, es positivo que recoja la presunción de laboralidad, reconocer que son personas asalariadas, no autónomos, porque dependen de las plataformas. También me parece importante la alusión a la transparencia de los algoritmos. Ahora mismo, no se sabe cómo se reparten los pedidos, por qué le llegan a una persona y no a otra, que puede ser despedida. Que esto fuera público ayudaría a los trabajadores y a los sindicatos a identificar situaciones de precariedad.

¿Será un freno para el proceso de uberización del trabajo y de economía gig, de microtrabajos, que se ha visto como una de las principales amenazas de estos últimos años?
No podemos saberlo aún. Creemos que puede traer un diálogo interesante.

Si el teletrabajo ha venido para quedarse, ¿cómo asegurarnos de que sea para bien?
Se lee mucho eso, pero habrá que regularlo bien para no perder derechos. Al teletrabajar, es más fácil hacer más horas de las contratadas. Y que uno se tenga que hacer cargo de los gastos, por ejemplo de electricidad. Hemos tenido compañeras a las que se lo han alargado, pudiendo incorporarse ya al lugar de trabajo, porque es una forma en la que la empresa se va ahorrando costes. Un tema que nos preocupa es que al teletrabajar o hacer turnos los compañeros no coinciden en el lugar de trabajo. Algunos ni se conocen de cara. Esto deshumaniza bastante, porque no hay espacios para conocerse, para compartir. El trabajo se convierte en hacer siempre sota, caballo y rey. Eso también es precariedad. Y así, tampoco pueden organizarse para poder reivindicar mejoras de forma colectiva. Habría que evitar también que recaiga sobre todo en las mujeres y se convierta, junto con las tareas domésticas, en una doble carga.